Traducción: Pablo Sauras Rodríguez-Olleros | Editorial: Alba
SINOPSIS
En plena fiesta de su 25º cumpleaños Monty Brewster recibe la noticia de que su abuelo ha fallecido y le ha dejado un millón de dólares. Apenas se ha recuperado de la sorpresa cuando, poco después, muere un tío suyo del que apenas ha oído hablar y que en su testamento lo ha nombrado heredero de siete millones de dólares. Pero con una condición: debe gastarse hasta el último centavo de la primera herencia en el plazo de un año, sin hacer donaciones benéficas. Brewster tendrá, pues, que aprender a ser millonario tan rápido como a precipitarse en la ruina, pero descubre que, a veces, el dinero no es tan fácil de quemar. Beneficios inesperados incrementan su fortuna, y su repentina fama de derrochador pone en peligro su relación con la chica de la que está enamorado.
OPINIÓN PERSONAL
El argumento es bastante peculiar. Después de todo, solo cuenta la historia de un hombre que no se conforma con pájaro en mano. Monty Brewster se arriesga a quedarse sin nada porque considera la segunda herencia un reto muy estimulante. De modo que comienza a derrochar su herencia en compañía de amigos que no dudan en beneficiarse de su amable invitación a un mundo de lujos y despilfarro. Eso es todo.
Pero me ha parecido una lectura bastante entretenida. En ningún momento he sentido que fuera demasiado tediosa para continuar con la misma curiosidad que lo había empezado. Se trata de una novela lineal que consigue mantener la intriga de cómo va a gastarlo todo en el plazo de un año sin quedarse en la ruina a mitad de camino. Además, su prosa encierra un retrato social de la época que resulta casi cómico.
Por otro lado, pensaba que el romance no tendría demasiado peso en la historia, pero al final, su pequeño triángulo amoroso me mantuvo en ascuas, deseando que se olvidase de la chica de la que está enamorado, porque me parecía una pánfila, y mirase con otros ojos a su mejor amiga. Ha sido realmente emocionante no saber a quién iba a elegir.