Traducción: Enrique Maldonado Roldán | Ilustración de cubierta: Ruth Hernández | Editorial: Automática
SINOPSIS
Ambientada en las ondulantes colinas e inhóspitas playas de arena y guijarros de la costa sur de Inglaterra, esta inquietante novela describe una sociedad en la que la insulsa conformidad domina con terror el día a día. Grupos violentos deambulan por el país destruyendo la cultura, atacando brutalmente a quienes se resisten a la purga, aislándolos para que borren sus recuerdos. «Ellos» no tienen gobierno, ni credo, ni piedad; son crueles y bárbaros. Aborrecen el arte, las emociones, los sentimientos, roban novelas y pinturas, queman partituras y poemas. Un pequeño grupo de artistas e intelectuales disidentes intentará sobrevivir y seguir creando furtivamente, eludiendo los escalofriantes actos de la misteriosa turba. La resistencia se ejercerá por medio de diminutos actos individuales de desafío, de arte, de belleza: «Representamos un peligro. El inconformismo es una enfermedad. Somos posibles fuentes de contagio».
Publicada por primera vez en 1977, la reedición en el mundo anglosajón de esta joya de la narrativa distópica ha vuelto a reivindicar la obra de Kay Dick, una de las voces más modernas y originales de su época.
OPINIÓN PERSONAL
«De vez en cuando alguien era espigado, habitualmente alguien que trabajaba solo en algún arte o artesanía. Entonces —con gran indiferencia— tenía lugar la destrucción de su obra. Nada más, a menos que el sujeto responsable de la obra opusiera resistencia».
En una Inglaterra distópica, Ellos se están llevando el arte poco a poco, condenando con violencia a los artistas que oponen resistencia o superan los límites aceptados de arte poseído. También cargan contra las personas solitarias, aunque Ellos no incentivan la comunicación, consideran que la identidad propia es una amenaza y el inconformismo, una enfermedad contagiosa.
Los artistas se están reuniendo para desafiar las nuevas leyes y crean refugios para los inconformistas, aunque ofrecen una resistencia pasiva y clandestina. Una casa en la playa, el molino, la Antigua Rectoría o los centros artísticos son algunos de los escenarios que recorren los protagonistas de la novela, perseguidos por un enemigo anónimo que empezó como «una parodia para la prensa» y se cuentan por miles.
Como indica el título, la estructura narrativa se basa en secuencias y los capítulos son momentos. A veces cambia de narrador en primera persona, pero mantiene la presencia de personajes que han influido en la trama principal y sus historias van tejiendo el paso del tiempo. Es un ritmo extraño y algo confuso, hay que hacer un esfuerzo para leer entre líneas. El trasfondo detrás de cada palabra es potente.
Una crítica social que tiende a la fantasía de una metáfora, pero dentro de lo creíble. Retrata nuestra sociedad pasada y futura través de una exageración que angustia, precisamente porque reconocemos la amenaza potencial que acosa a quienes viven con miedo, los artistas que se rinden al pánico y los que resisten por los que vienen.
El final, yo diría abierto, insinúa la posibilidad de un futuro, aunque ofrece pocas respuestas fiables y nos deja en la incertidumbre. Flojo, aunque interesante.
Hay que tener esperanza y seguir creando.
«La destrucción no cuenta. Uno siempre puede crear de nuevo».
«Es cuando intentas olvidar cuando empiezan los problemas. Así es como se acercan, aprovechando esos momentos de descuido».
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