Traducción: Lucía Barahona | Ilustración de cubierta: Cinta Fosch | Editorial: Automática
SINOPSIS
Constance Keating ha llevado una vida de exilio interior, alejada de su familia y de Irlanda. A los cuarenta y cinco años, y después de haber dado a luz a su hija, recibe la noticia de que se está muriendo. Constance decide entonces regresar a su casa de la infancia en Ballsbridge, un próspero barrio de Dublín, para morir a su manera: no quiere luchar contra la enfermedad en un hospital, para gran consternación de su hermana Bibi, que ha aceptado cuidar del bebé.
A lo largo de este doloroso proceso, Constance repasa su vida alternando el lento declive del presente con episodios del pasado: la negativa adolescente a participar en el vaivén social de la clase media-alta, el rechazo al matrimonio, la salida del Trinity College, el traslado a Londres, sus ambiciones literarias, la relación con sus padres y el breve tiempo que pasó con Jacob, el padre de la niña.
Reconfortada por las luces del árbol de Navidad, Constance apura los días escribiendo su historia, decidida a reclamar su particular victoria frente a la muerte.
OPINIÓN PERSONAL
«Me descubro preocupándome por el pasado. Supongo que cuando no tienes un futuro por delante, lo natural es huir al pasado».
Constance Keating se está muriendo. Ha dejado a su hija de nueve meses al cuidado de su hermana Bibi, mientras ella espera lo inevitable en la casa familiar. Constance quiere morir lo antes posible. Tras enviar una carta a Jacob Weinberg para hacerle saber que ha sido padre, dedica sus últimas horas a decorar un árbol de Navidad y a escribir las memorias de su vida.
Las luces azules es un libro fragmentado y en dos tiempos. El presente es un relato lineal de las «circunstancias desagradables de la muerte», el pasado son recuerdos que le vienen a la cabeza sin orden aparente. Narra el presente en primera persona y el pasado en tercera, como si estuviera contemplando los recuerdos de otra mujer.
Su hermana y su madre la consideran egoísta e irresponsable, una excéntrica que no quiere casarse porque le espanta la idea de verse atrapada en una relación. La irlandesa quiere dejar la universidad, irse lejos y escribir novelas en Londres. Ha pasado toda su vida protegiéndose del dolor y pronto descubriremos el origen de sus miedos, así como la breve relación con el médico Bill y el padre de su hija.
Durante el proceso de morir, padece alucinaciones, un declive psicológico que en cierto modo afecta a su prosa. El estilo narrativo es agotador en algunos capítulos, con momentos que generan una sensación de mareo y resultan incómodos de leer. Constance posee una personalidad que no le permite encajar en su familia ni en la sociedad y desde las primeras páginas nos contagia ese hastío.
No ha sido tan duro como temía. Aunque habla de enfermedad y muerte, también reflexiona sobre la vida. La protagonista no me agrada, pero es cotidiana; me he visto identificada en ciertos pasajes y sus conocidos me inspiran ternura. Me gusta cómo ha resuelto el final.
«Es muy fácil culpar a otras personas del estropicio que cada cual hace con su vida».
«Pero es bonito pensar que existe la posibilidad de ser feliz».
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