19 julio 2025

El Señor de las Moscas | William Golding

Traducción: Carmen Vergara | Editorial: Alianza

Cubierta de El Señor de las Moscas


SINOPSIS

Fábula moral acerca de la condición humana, El Señor de las moscas es además un prodigioso relato literario susceptible de lecturas diversas y aun opuestas. Si para unos la parábola que William Golding estructura en torno a la situación límite de una treintena de muchachos solos en una isla desierta representa una ilustración de las tesis que sitúan la agresividad criminal entre los instintos básicos del hombre, para otros constituye una requisitoria moral contra una educación represiva que no hace sino preparar futuras explosiones de barbarie cuando los controles se relajan.


OPINIÓN PERSONAL

«Estamos en una isla. Por lo menos, eso me parece. Lo de allá fuera, en el mar, es un arrecife. Me parece que no hay personas mayores en ninguna parte».

Un grupo de niños sobrevive a un accidente de avión en una isla desierta. No sabemos mucho más: el piloto dijo algo de una bomba atómica, el avión cayó en llamas por los disparos y los niños son ingleses temerosos de «los rojos». Por razones que desconocemos, no sobrevive ningún adulto y no hay niñas.

Durante las primeras horas, parece que se alegran de su infortunio. Ralph incluso brinca de alegría. Sin nadie más, establecen sus propias reglas, que no dejan de ser una burda imitación del mundo exterior. Utilizan una caracola para convocar una asamblea, eligen un jefe y deciden encender un fuego para que vengan a rescatarlos.

Jack Merridew, antiguo tenor en el coro de la iglesia (y que por algún motivo tiene una navaja) se convierte en el cazador de una tribu infantil que no tarda en desoír las normas. La novela describe las actividades de cada grupo, los primeros roces y cómo el regocijo inicial se transforma poco a poco en emociones más oscuras. Las asambleas recuerdan a debates políticos y se producen situaciones crudas que dejan al descubierto las pulsiones más bajas de la sociedad adulta. 

La superstición, el miedo y la culpa engendran una nueva teología que rechaza a los que tienen un poco de sentido común. Piggy, el único que piensa, es rechazado por gordo y asmático. No llegamos a conocer su verdadero nombre. Y en esa dirección, encuentro a todos los niños realistas y frustrantes. La deriva moral de los pequeños salvajes retrata la corrupción de la inocencia. 


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