16 junio 2024

Y del cielo cayeron tres manzanas | Nariné Abgarián

Traducción: Irina Bulgákova, Manuel Ángel Chica Benayas  | Editorial: Navona
Imagen de la cubierta: Audrey Helen Weber



SINOPSIS

En la pequeña aldea de Maran, enclavada en lo alto de las montañas en un rincón olvidado del Cáucaso, un lugar donde los sueños, las maldiciones y los milagros se toman muy en serio, una comunidad unida discute, cotillea y ríe sin que el paso del tiempo la afecte. En su vida cotidiana –cosechando, haciendo baklava, limpiando las casas–, los aldeanos se apoyan unos a otros en los buenos y en los malos momentos. Sin embargo, a veces basta una chispa de romance para que la vida dé un vuelco, y un complot para unir a dos de los habitantes más obstinadamente solteros de Maran pronto da al pueblo algo nuevo de qué hablar...

Y del cielo cayeron tres manzanas es una fábula conmovedora que capta brillantemente la idiosincrasia de una pequeña comunidad. Llena de imágenes suntuosas y humor cálido, es una vibrante historia sobre la resistencia, la belleza de los pequeños detalles y el lujo de la amistad cotidiana.


OPINIÓN PERSONAL

Marán, una pequeña aldea en la cima del Mánish-kar, no es un pueblo tan idílico, aunque por la belleza de sus descripciones pudiera parecerlo. Su población son tres docenas de ancianos que el mundo ha olvidado, sumida durante muchos años en la oscuridad después de haber sobrevivido a la hambruna y la guerra. “Cada habitante conocía todos los entresijos del resto de sus convecinos” y aún reina la costumbre patriarcal de tener muchos hijos, aunque no quedan niños en el valle. 

Los matrimonios muchas veces son de conveniencia, aunque “el hambre eliminó las diferencias entre pobres y ricos”, y los cónyuges se acostumbran el uno al otro con los años, o bien se soportan a duras penas. Los hay que alimentan la complicidad y acaban siendo una pareja bien avenida, pero también hay violencia hacia la mujer. Y contra todo, los vecinos se cuidan y protegen lo mejor que saben, unidos frente a los infortunios de la vida. 

En esta tierra fría castigada por la sequía y las bombas, sobran manos dispuestas a ayudar. Los ancianos desconfían de la medicina, son supersticiosos que creen en las maldiciones y en los sueños. Pero nadie está solo. Desde la cercanía y con la fuerza narrativa de un cuento, la novela retrata las costumbres, la cultura y las vidas de los vecinos más entrañables, detallando la historia de sus antepasados y el futuro que atisban ya entrados en la vejez. 

Personalmente, me he encariñado de Anatolia, por su obstinación y su amor a los libros. Su vida personal es dura y dolorosa, su entorno nos muestra la realidad rural de una época que nos resulta tan tormentosa como familiar. Más que una novela costumbrista, es un documento sobre los hombres y las mujeres que cultivaron los campos y atendieron a los animales en las peores condiciones imaginables.

Una fábula teñida de realismo mágico que en cierto modo nos devuelve la esperanza hacia un futuro incierto. No solo Anatolia, sino toda la aldea, se acostó para morir sin saber cuánta belleza la esperaba.


«El mundo es pequeño y nosotros somos grandes, aunque toda la vida, por ingenuidad o por ignorancia, creamos lo contrario.»

«Sintió por primera vez que la vida era un regalo, no algo que dar por sentado.»


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