Ilustración de cubierta: Marjolein Kramer | Traducción: Juan Carlos Gentile Vitale | Editorial: Gatopardo
SINOPSIS
He aquí la larga y atribulada vida de una comadreja, contada de su puño y letra. Nacido en la pobreza, huérfano de padre e hijo de familia numerosa, el joven Archy conoce pronto la dura ley del reino animal. Tras quedar cojo a causa de una caída, incapaz de cazar y valerse en un bosque lleno de peligros, su madre no duda en intercambiarlo por una gallina y media. A partir de entonces, Archy vivirá al servicio de Solomon el usurero, un zorro anciano y temible que le descubre la palabra de Dios y le enseña a leer y escribir. Este saber secreto lo convierte en un milagro de la biología, pero también en un bicho raro que no encaja en ninguna parte. ¿Cómo conciliar sus instintos más salvajes con sus acuciantes dilemas éticos, propios de un humano? ¿Sus ansias de libertad y trascendencia con su afán de ser un animal como los demás? Esta autobiografía constituye su intento por desentrañar su peculiar destino a través de la palabra escrita.
Mis estúpidas ideas es una extraordinaria fábula picaresca en la que los animales filosofan, usan servilleta y encienden la chimenea si hace frío, pero siguen cautivos de la lucha por la supervivencia en su versión más descarnada. Ganadora del prestigioso Premio Campiello, esta novela con ecos del Pinocho de Collodi y El extranjero de Camus es una de las óperas primas más originales de la literatura italiana reciente.
OPINIÓN PERSONAL
Archy es una comadreja. Su padre murió cuando era una cría y su madre cuidó de la camada ella sola, tratando a sus hijos con violencia. Cuando era pequeño, Archy se quedó cojo y su madre lo vendió por una gallina y media. Tras el intercambio con un temido usurero, el futuro del protagonista quedó en manos de Solomon, un viejo zorro que lo fuerza a desempeñar el trabajo duro, bajo golpes y amenazas. «Finge que no eres débil» repite como un mantra.
Todo cambia cuando Archy demuestra inteligencia y comprende las enseñanzas del usurero. Solomon le enseña a leer y a pensar, cambia los instintos por razón, y le habla de Dios. El zorro ha encontrado el sentido de la vida en la creencia de un Paraíso, pero la conciencia de la muerte atormenta a su pupilo.
«Pensé en Dios, en lo cruel que era hacernos luchar por algo que en última instancia nos será arrebatado».
«Teniendo que morir, el mundo venía a decirme que no era mío».
La novela halla una reflexión trascendental en la contemplación de un narrador que descubre el mundo humano y anhela la ignorancia que le permitía vivir sin hacerse preguntas. Sus memorias retratan en primera persona la evolución nada idílica de un ser que solo ha conocido el rechazo y la agresividad en todas sus formas.
Es un relato descarnado y turbio que destaca por su forma, valiéndose de una fábula para hablar sobre el sentido de la vida, la supervivencia y la violencia familiar. No es una historia con muchas aristas, pero se devora con aflicción y emociona a través de la tragedia, poco recomendable si buscas escapar de una realidad deprimente.
«Hablaba del mundo real: de su infinita crueldad, de la muerte y de los dolores que cada uno estaba obligado a padecer».
«Lloro porque querría no haber descubierto nunca la verdad sobre el mundo».
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