11 abril 2023

La Senda del Hipopótamo | Félix Morales Hidalgo

Diseño de cubierta: La Anuca Ilustraciones


SINOPSIS

Godoberto Estípula es un tío asqueroso. Se podría decir más suave, pero no vamos a andarnos con rodeos. Vago, egoísta, cruel. Un “regalito”. Cuando menos se lo espera, pero más falta le hace, la vida le va a enviar una curiosa prueba. Un hipopótamo que se colará en su habitación mientras duerme una borrachera descomunal y le despertará lamiéndole la cara. Una revelación. Decidirá hacer de su visitante un dios y seguir a ciegas el camino que le marque. ¿Qué encontrará? ¿Vivirá grandes aventuras? ¿Qué se puede esperar de semejante expedición? Es poco probable que seas capaz de imaginarlo si no te atreves a dejarte llevar con él por La senda del Hipopótamo. 

Una novela diferente, difícil de clasificar en la que encontrarás humor negro, fantasía, reflexiones absurdas y un buen montón de momentos que te harán odiar cordialmente a su protagonista. Una especie de alegoría contemporánea sobre el sutil vacío que la existencia crea a nuestro alrededor y nosotros aceptamos sin mediar reflexión aparente, esperando que aparezca una luz que guíe nuestros pasos en la dirección correcta. O algo así.


OPINIÓN PERSONAL

Decir que el protagonista es un tío asqueroso creo que es quedarse corto. Godoberto es un vago con delirios de grandeza, un guarro egocéntrico, un egoísta consumado, un pornófilo patológico, un déspota clasista, machista, violador, asesino... y creo que me quedo corta.

El Narrador cuenta su biografía en detalle y cada capítulo es más deleznable que el anterior. Su infancia como huérfano de padre, su adolescencia en los recreativos... y su relación con las mujeres, a las que siempre acosa, viola o compra con dinero. Sin importar su edad, porque el tipo también es un poco pederasta.

Su único y mejor amigo es un prenda de mucho cuidado, el compañero de instituto que lo inició a la cerveza y los porros en la adolescencia. Arnod Wabassi era un alumno brillante y una mala influencia... mira que era difícil empeorar la carrera de Godoberto. No se han visto en años, pero se reencuentran ahora, en un velatorio decorado con los cuadros de Wabassi.

Desde la muerte de su madre, Godoberto no levanta cabeza. Una noche, después de haberse puesto hasta las patas de marihuana, un hipopótamo lo despierta lamiendo su cara. Estípula lo considera su animal totémico, aunque nunca hace caso a los gruñidos de aprobación o rechazo que tratan de guiarlo por el mal camino. Me encanta la ficción absurda, pero el hipopótamo no tiene recorrido.

Godoberto no solo es protagonista en su propia historia, sino que también es el caudillo profetizado de los scavengers, una mafia de andrajosos encanijados que está en guerra con los hombres rojos, una secta de nórdicos pelirrojos que rinden culto en el Templo de los Endemoniados.

Me gustaría decir que la novela relata su descenso a la locura, pero en realidad es un descenso a la fumada más grande que he leído nunca y he sentido repulsa en todos los niveles del subsuelo. Es una espiral psicodélica con guiños de metaliteratura que describe al Narrador como un escritor brújula, equidistante y hombre, porque una mujer no escribiría todo lo anterior.

El libro está dividido en partes, con escenarios diferentes que al final son más de lo mismo. La trama es un círculo que al final se queda abierto. No puede considerarse el viaje de un héroe porque no hay ni un solo momento de iluminación y todo acaba donde empieza. Más que fantasía, es una ficción trasnochada y alucinógena.

Se percibe el tono de sorna que acompaña a Godoberto en todas sus desventuras, pero su estilo de humor no va conmigo. 


«¿Qué tipo de vida me espera sin poder ser yo porque no quiero ser quien soy?»


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