13 abril 2024

Cómo ser feliz un domingo por la tarde | Alain Saralegui

Diseño de cubierta: Roberto Gutiérrez


SINOPSIS

Doña Gwendolyne sabe que cada día puede ser el último, y nunca sale de casa sin ensayar su cara de muerta delante del espejo... por si acaso. Los domingos acude a las reuniones de Señor, ¡llévame pronto!, donde la gente va a ver quién está peor. Vive con doña Eulalia, su hermana de larga duración, quien está enamorada de Maripaz, la frutera.

Su vecina Manuela trabaja de limpiadora en una empresa supersecreta que ni siquiera viene en los mapas. Los domingos ha empezado a ir a las reuniones de Las del mocho, aunque suele salir peor que como había entrado.

Y doña Aurori acaba de comprar una ouija en la teletienda para poder comunicarse con su difunto marido, pero este le hace el mismo caso que cuando estaba vivo. Vamos, que de momento la ouija le hace más apaño como tabla para cortar cebollas y zanahorias.

Todas ellas intentarán ser felices, cada una a su manera, ¡antes de que sea demasiado tarde!


OPINIÓN PERSONAL

«La actualidad mundial, en líneas generales, no dista mucho de lo que acontece en la plaza del Tres de Mayo, donde nunca pasa nada hasta que pasa. Y, pase lo que pase, en menos de lo que canta un gallo es como si nunca hubiera pasado, y nadie se acuerda de nada, con lo importante que parecía al principio. Y vuelta a empezar.»

Dramatización humorística sobre los dimes y diretes de las vecinas septuagenarias que viven sus últimos años en la plaza del Tres de Mayo. La historia es una sucesión de sketches teatrales interrumpidos cada vez que las desdichadas recuerdan otros momentos igual de irrisorios. El hilo narrativo presenta muchos saltos en el tiempo, compuesto de experiencias cotidianas y vivencias de lo más excéntricas.

Las protagonistas son ancianas con achaques y ataques de ansiedad e hipocondría, propios de la edad y de las dudas existenciales que atraviesan. Nos hallamos frente a personas aprehensivas que asisten al "grupo de apoyo" de Señor, ¡llévame pronto! bajo una canasta de baloncesto cada domingo por la tarde. La mayoría viudas, han creado un grupo de WhatsApp llamado “Las viudas alegres”, mientras que las todavía casadas comparten una vida conyugal apagada. Todas tienen algo en común: la sensación de que “el mismo día se repetía una y otra vez”. Y si no que se lo digan al marido de doña Karina, que trabaja en un call center.

A través de unos personajes con los días contados no solo vemos su obsesión con la muerte y el más allá, sino el mundo que nos ha tocado en suerte, un mundo que vive con prisa y muere despacio en trabajos de mierda mal pagados. Está escrito con altas dosis de humor negro, pero el trasfondo de las conversaciones toca temas muy duros, como la soledad, la vejez o tener que sonreír cuando solo desearíamos hacer puenting sin cuerda. Y si no que se lo digan al marido de doña Karina, que trabaja en un call center.

Si te da canguelo hablar de la muerte puede que no sea tu lectura porque no hablan de otra cosa, aunque lo hacen siempre con humor y casi desde la ficción absurda, cargando su relato de situaciones surrealistas nada creíbles. La vida es deprimente, sí. Pero también puede ser exagerada y cómica, gracias a una prosa fresca, alegre y fluida con muchísimo diálogo y buen ritmo narrativo. El estilo y las ocurrencias de un autor con buenas ideas son lo mejor del libro, junto con las referencias.

El final me pareció inesperado y un poco anticlimático, aunque no puedo decir que me disgustara porque transmite el mismo mensaje que el resto de la novela: a vivir que son dos días y que nunca nos falte el sentido del humor.

Se lee como libro autoconclusivo, pero continuará...


«¿Nunca te has parado a pensar que llegará un día en que los yogures de la nevera tendrán la fecha de caducidad más lejana que nosotras mismas?»

«Nadie nos enseña a ser viejas.»

«Nos han dejado a nuestra suerte, que no es lo mismo que a nuestro aire.»


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