Traducción: Alicia Martorell Linares | Editorial: Alianza
SINOPSIS
Marguerite siempre ha vivido a la sombra de su marido, recién fallecido. Y Marcel ha perdido a la mujer que lo era todo para él. Marguerite es fan de Françoise Sagan y adora los pepitos de chocolate, escuchar canciones francesas de toda la vida y llevar flores a las tumbas. A Marcel le gustan la música "chaabi", las estrellas, las cabañas en los árboles y un viejo rinoceronte solitario. Sus caminos se cruzan, sus corazones se despiertan. Dos trayectorias diametralmente opuestas, dos personajes muy diferentes, él, fuerte y solar, un argelino de origen francés; ella, poquita cosa, deseosa de liberarse del yugo de los convencionalismos. ¿Se atreverán a dejarse llevar, a aceptar el deseo y la alegría?
Un libro conmovedor que vive gracias a personajes profundos y llenos de audacia. Tras el éxito de "El edificio de las mujeres que renunciaron a los hombres", traducido a numerosos idiomas, Karine Lambert ha escrito una novela luminosa sobre la fragilidad y el asombro de una historia de amor que llega cuando ya nadie la espera.
OPINIÓN PERSONAL
Después de cincuenta y cinco años de matrimonio, Marguerite Delorme es la viuda del notario, el único hombre que había conocido. Marguerite pasó del control de sus padres a la supervisión de un marido que la llamaba de usted y decidía todo por ella. Ahora es libre, pero tiene setenta y ocho años y se pregunta qué va a hacer con su vida. ¿Es demasiado tarde?
Durante un viaje a una cura termal, Marguerite conoce a Marcel Guedj, un viudo que no ha superado la muerte de su mujer, a la que conocía desde que eran niños y sus familias marcharon juntas de Argelia a Francia. A diferencia de Marguerite, Marcel solo ha conocido momentos felices con su esposa, el duelo le ha convertido en un hombre desdichado.
Su historia de amor es tierna, con una pareja protagonista entrañable. Por primera vez, Marguerite está aprendiendo a ser independiente. Teniendo en cuenta la edad de los personajes, la novela trata momentos un poco tristes, así como menciona de pasada las habladurías de los vecinos y las dudas que alberga la propia familia.
Relata con pocas palabras las vidas que han llevado y destaca los pensamientos de dos personas que se arriesgan cada minuto como si fuera el último, porque nunca es demasiado tarde. El estilo narrativo es bastante esquemático, no profundiza y las escenas se suceden brevemente, algunas decisiones me parecen precipitadas. Pero su personalidad y el modo en que se enamoran como dos adolescentes nos deja con una sonrisa.
«Estoy jubilado, pero mi corazón no tiene arrugas».
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