Fresas silvestres | Barsetshire 2 | Angela Thirkell

Fotografía de cubierta: Alison Day | Traducción: Patricia Antón | Editorial: Gatopardo

Cubierta de Fresas silvestres


SINOPSIS

La atractiva Mary Preston, una joven perteneciente a una buena familia venida a menos, es invitada a la espléndida y lujosa finca de los Leslie en Rushwater. Allí, Mary perderá la cabeza por el apuesto seductor David Leslie. Sin embargo, su tía Agnes y la madre de David, la excéntrica Lady Emily, planean emparejarla con otro hombre al que consideran un buen partido. En el espectacular baile de Rushwater, la felicidad de Mary, suspendida entre los imperativos del corazón y las maquinaciones de su familia, penderá de un hilo…

Fresas silvestres (1934) forma parte de un ciclo de veintinueve novelas ambientadas en el condado ficticio de Barsetshire, que Angela Thirkell tomó prestado de Anthony Trollope. Con una mirada afilada y permanentes alusiones y guiños a los clásicos, desde Lord Byron y R. L. Stevenson hasta Ovidio y Virgilio, Thirkell da vida a una galería de personajes cómicos que se debaten entre lo sublime y lo prosaico, sin abandonar jamás una muy británica obsesión por el estatus social.


OPINIÓN PERSONAL

Cuando su madre se marcha al extranjero por recomendación de un médico, Mary Preston pasa el verano con los Leslie, en Rushwater House. Las «excentricidades de la aristocracia» y un triángulo amoroso en aquellos «tiempos victorianos tardíos y eduardianos» son el argumento de la novela.

Mary se enamora perdidamente de David, el artista de la familia, «la persona más perfecta que cabía imaginar», aunque todo el mundo le advierte que es un egoísta y que las mujeres hacen lo que quiere. Mientras tanto, su tía Agnes está decidida a casarla con John, un viudo melancólico que no quiere volverse a casar porque los recuerdos de su esposa aún lo acompañan.

Las conversaciones con otras familias ricas que no tienen otra cosa que hacer es el núcleo de la historia y la mayoría de las visitas son pelmas que no aportan mucha sustancia. Las mujeres ricas de la época quedan retratadas como personas tontas y sin aspiraciones. Por ejemplo, «Agnes vivía plenamente satisfecha en un estado de sometimiento a su marido y a sus hijos, que la adoraban».

Me habría gustado que le diera más protagonismo al pobre John, un hombre bueno que nos emociona con su manera de sentir, noble y calmada. Por el contrario, David es un personaje insoportable y Mary se deja llevar como una pánfila. En ese sentido, el romance sabe a poco y acaba perdiendo fuerza, así como el humor inglés que me atrapó en las primeras páginas.

Por cierto, supongo que han respetado la edición original, pero las frases en francés sin traducir se hacen tediosas si no conoces el idioma.


«Estar agotada no es lo mismo que tener una crisis nerviosa».

«El tiempo lo devora todo, pero todos los mortales creen que su memoria puede atesorar la inmortalidad».