06 marzo 2019

Las sillitas rojas | Edna O'Brien

Traducción: Regina López Muñoz | Editorial: Errata naturae



SINOPSIS

Una noche, en pleno invierno, un misterioso extranjero llega al pintoresco y monótono pueblo irlandés de Cloonoila. Maduro, atractivo y carismático, el doctor Vladimir Dragan es tanto poeta como sanador, un «curandero» seductor y muy singular. Su presencia será recibida como una excitante novedad en Cloonoila, y con su encanto hechizará la vida de los habitantes del pueblo, sobre todo la de las mujeres. La primera novela de Edna O'Brien en diez años, gran éxito de crítica y público en inglés, recorre Europa (Londres, La Haya…) desde su Irlanda natal para mostrarnos un portentoso viaje sobre el mal, la mentira, el dolor y, en última instancia, el poder redentor de los afectos, dibujando ante nosotros, casi en tiempo real, el retrato de un buen puñado de personajes fascinantes: de Dragan a Fidelma McBride, uno de los personajes femeninos más relevantes de la literatura contemporánea. Las sillitas rojas es una historia sobre las miserias de nuestras guerras contemporáneas y sobre la necesidad de rendir cuentas en un mundo en ruinas tras la desolación, una novela que se atreve a viajar por las más profundas oscuridades del hombre contemporáneo. Y aun así, se atreve a sugerir que hay un camino posible hacia la esperanza. Casi seis décadas después de su debut, Edna O'Brien ha escrito una grandiosa obra maestra de la literatura internacional, una de las mejores novelas en lo que va del siglo XXI. Su prosa brilla en esta gran obra de madurez deslumbrante de un modo conmovedor y poderoso: como en la vida, el lirismo se mezcla con lo terrible y el miedo camina junto a la belleza.


OPINIÓN PERSONAL

Un día como otro cualquiera, un misterioso forastero llega a un remoto pueblo irlandés. Dice ser sanador y terapeuta sexual y no tarda demasiado en ganarse la admiración y el respeto de los habitantes de Cloonoila. Especialmente de Fidelma, una mujer hermosa e inocente, casada con un hombre mayor que ella. Sin embargo, el doctor Vladimir Dragan no es quien dice ser.

La historia personal de los personajes, tanto protagonistas como segundarios, resulta bastante interesante, pero yo es que no puedo con ellos. Desde las primeras páginas, esta novela me ha provocado una indiferencia brutal, a pesar de que la historia principal sí que me estaba gustando. Y a medida que avanzaba en mi lectura, cada vez conectaba menos con los protagonistas. El por qué, a continuación.

La prosa de Edna O'Brien es sublime, demasiado, soy incapaz de seguirle el ritmo. Porque la prosa es correctísima y muy elegante. No obstante, la autora es demasiado descriptiva hasta con el más mínimo detalle e intenta capturar la belleza de todo cuanto rodea a sus personajes. De modo que la historia avanza con una parsimonia extrema.

Los capítulos no son muy extensos, pero algunos se me hicieron interminables. Su estilo de narración apenas contiene diálogo, y lo poco que hay son párrafos y párrafos enteros que recogen las historias personales y divagaciones de cada uno. Por otro lado, la novela está dividida en tres partes: la llegada del forastero a Cloonoila, la búsqueda personal de Fidelma y, por así decirlo, el reencuentro.

Por cierto, alterna con relativa frecuencia entre narrativa en primera persona y en segunda persona, un recurso del todo innecesario a mi parecer, si bien es cierto que en contadas ocasiones acerca de un modo más íntimo a la figura de Fidelma.

En palabras de la propia editorial, Las sillitas rojas es una historia sobre las miserias de nuestras guerras contemporáneas. Sin embargo, su lectura es tan soporífera que, al final, una historia de sobresaliente solo me ha provocado ganas de cerrar el libro. Desde las primeras páginas, y no exagero, le he dedicado únicamente una lectura de barrido porque la presentación de los personajes se me hizo aburridísima. En mi opinión, las dos primeras partes de la novela son un prólogo innecesariamente largo que podría haberse abreviado sin necesidad de alterar el trasfondo de la historia. Finalmente, la tercera parte me ha parecido una conclusión interesante, pero ya estaba demasiado cansada para disfrutarla como se merecía.


«Si yo estoy loco, en ese caso el patriotismo es una locura».


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