02 marzo 2019

Soy (mala) buena | Ali Land

Editorial: Pàmies


SINOPSIS

La madre de Milly, una chica de quince años, es una asesina en serie. Aunque Milly la quiere, la única manera que tiene de pararla es delatándola a la policía y consiguiendo que entre en prisión.

A Milly le dan un nuevo comienzo: una identidad diferente, un hogar con una familia de acogida acomodada y una escuela privada exclusiva.

Pero Milly tiene secretos, y la vida en su nuevo hogar se complica. A medida que el juicio de su madre se acerca, tendrá que enfrentarse al amor que sigue sintiendo hacia una madre psicópata de cuyo influjo, aun habiéndola entregado a la justicia, no sabe si podrá escapar.

¿Será buena… o mala? Después de todo ella es la hija de su madre, y ya se sabe que la sangre es más espesa que el agua...


OPINIÓN PERSONAL

La madre de Milly era una trabajadora muy conocida en el refugio para mujeres. Como enfermera asesora, era el contacto principal de las mujeres que llegaban aterrorizadas para esconderse de sus peligrosas y violentas parejas. Muchas veces, ellas le confiaban la custodia de sus hijos con la esperanza de ofrecerles una vida mejor. Nadie sospechaba que la enfermera era en realidad una asesina en serie.

Después de años siendo torturada física y psicológicamente, Milly denuncia a su madre. Aunque la quiere, sabe que la única manera que tiene de detenerla es delatándola a la policía. 

Para proteger a la menor, le dan un nuevo comienzo: una identidad diferente, un hogar con una familia de acogida acomodada, los Newmont, y una escuela privada exclusiva. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y la vida en su nuevo hogar se complica. Su padre de acogida, Mike, es un psicólogo especialista en traumas. Pero, como suele decirse, en casa del herrero, cuchillo de palo. Su familia es un auténtico desastre. Su nueva madre, Saskia, es una mujer frágil que esconde un pasado oscuro lleno de secretos. Mientras que la hija, Phoebe, no se alegra de tener a una desconocida en casa, una vez más.

La madre de Milly siempre le había dicho que nadie la querría y, ahora, su hermana de acogida le confirma esas palabras todos los días. Phoebe es una adolescente envidiosa y egoísta que necesita ser el centro de atención, tanto en la escuela como en su propia familia. Izzy y el resto de sus amigas, son un grupo de chicas guapitontas, personas tóxicas e insensibles que convierten a Milly en el objetivo de todas sus burlas.

Su única amiga y confidente es Morgan, una vecina que sufre su propio drama familiar. Aunque Morgan tiene menos años, Milly siente que puede confiar en ella desde un principio. Pero, ¿puede confiar en sí misma? A consecuencia de una infancia traumática, Milly ha perdido totalmente la perspectiva de la neutralidad y el complejo de culpa ha pasado a formar parte de su personalidad. Hacer terapia con Mike es una pérdida de tiempo, porque ella no se atreve a sincerarse con nadie. Ni siquiera consigo misma.

«Debería sentirme afortunada, pero como realmente me siento es asustada. Asustada de descubrir quién y qué puedo ser. Asustada de que también ellos lo descubran».

Después de tantos años bajo la tutela de una asesina en serie, todavía escucha la voz de su madre en su cabeza y se siente controlada incluso en la distancia. A medida que el juicio se acerca, Milly tendrá que enfrentarse al influjo de una madre psicópata y al amor que todavía siente. Precisamente este conflicto interior, esa dualidad tan hiriente, convierte a Milly en una protagonista compleja cuya personalidad permanece dividida en dos hasta las últimas páginas. ¿Será buena… o mala?

Sinceramente, esta novela ha superado todas mis expectativas. En mi opinión, la historia tiene poco de thriller trepidante y es más bien un drama con una pequeña dosis de suspense. Porque el ritmo narrativo es muy pausado. De modo que la evolución de los personajes ha sido desarrollada con muchísima calma y las dudas de Milly han recibido el trato (y las páginas) que se merecen. No obstante, compensa esa ausencia de acción con alguna que otra sorpresa, más o menos predecible.

De modo que ese final me ha parecido una maravilla, un desenlace perfecto que termina de construir un personaje tan ambivalente como Milly.

«No le digo nada porque los secretos, si se manejan con cuidado, pueden ser útiles».

Al margen de una protagonista inolvidable, me ha sorprendido cómo analiza el perfil del maltratador desde su punto de vista. A pesar de que Phoebe me ha parecido un personaje odioso hasta el final, la autora también nos muestra el origen de su comportamiento. Su hermana de acogida no es más que otra adolescente asustada que desahoga su rabia contra las personas que ella considera rivales. Como ya digo, su realidad no ha conseguido que la odie menos, pero sí me ha ayudado a comprender que las cosas nunca son blancas o negras. En el mundo, hay muchos tonos de gris.

A diferencia del ritmo narrativo, la prosa es tan fluida que se lee perfectamente de una sentada. Y se trata de un relato cercano, ya que está escrita en primera persona, como si Milly le estuviera escribiendo una carta de despedida a su madre. Por otra parte, las descripciones resultan más sutiles que explícitas, porque la autora no se centra en los detalles morbosos.

¡Por cierto! Si todavía no habéis leído El Señor de las Moscas, ¡CUIDADO! Soy buena destripa el final de esa novela con todo lujo de detalles.

En conclusión. Un (thriller) drama arriesgado e impactante que describe con maestría la dualidad de una víctima con una infancia traumática, así como el contexto que hace posible su decisión final. Teniendo en cuenta la psicología de todos los personajes, no se me ocurre un desenlace más apropiado.


«Mike me preguntó una vez qué quería de la vida. Aceptación. Esa fue mi respuesta. Aceptar de dónde vengo y quién soy, ser capaz de creer en que es posible volver a poner mi corazón en su sitio después de la forma tan extraña en que me lo retorciste».

«Eso es lo que hace la pena: te envejece a la vez que te hace pequeño, te lleva a un estado en el que quieres que te mimen y te protejan del mundo».