08 octubre 2021

Siempre hemos vivido en el castillo | Shirley Jackson

Traducción: Paula Kuffer | Editorial: minúscula


SINOPSIS

«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.» Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo, que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían apacibles si no fuera porque algo ocurrió, allí mismo, en el comedor, seis años atrás.


OPINIÓN PERSONAL

Mary Katherine (Merricat) tiene dieciocho años y vive con su hermana y su tío en la casa familiar. Hace seis años, los Blackwood fueron envenenados en el comedor y ellos tres fueron los únicos supervivientes de la familia. Merricat estaba castigada sin cenar. Su hermana Constance, que había preparado la comida ese día, y que se ocupó de lavar el azucarero antes de que llegara la policía; fue acusada de los envenenamientos, juzgada y absuelta por falta de pruebas. Y el tío Julian, que ahora va en silla de ruedas, se está muriendo a consecuencia del veneno. Aunque no recuerda con claridad lo que sucedió aquel día, está dedicando sus últimos días a escribir y rescribir sus memorias.

La familia Blackwood siempre ha vivido en esta casa, y la gente del pueblo siempre los ha odiado. Lo primero que hizo su madre cuando se mudó, fue cercar toda la propiedad y cerrar el sendero. No obstante, las hermanas todavía mantienen una relación, más bien distante, con su pequeño círculo de ilustres y antiguas familias.

«Me imagino que el pueblo estaba lleno de corazones podridos que codiciaban nuestras pilas de monedas de oro, pero eran cobardes y temían a los Blackwood.»

Durante los últimos años, lo poco que se salvó de la familia depende por entero de Merricat, que baja al pueblo dos veces por semana. Su hermana Constance se ha encerrado en casa después de la tragedia porque todo el mundo la acusa abiertamente del asesinato. Ciertamente, el comportamiento de los vecinos deja mucho que desear, aunque tampoco me pilla por sorpresa que una multitud reaccione de manera exagerada en respuesta a un crimen tan atroz.

De modo que las hermanas han establecido un vínculo afectivo casi enfermizo entre ellas, en el que la una subyuga a la otra. Constance NECESITA a su hermana pequeña para vivir. Y Merricat hace todo lo posible por alimentar ese lazo de unión que, poco a poco, está ahorcando la libertad de su mentora. Asimismo, Constance ha consentido tanto a su hermana que ésta se ha convertido en una niña consentida, sádica y un poco salvaje. Digamos que también tiene algo de bruja, porque lleva a cabo rituales supersticiosos con el único propósito de perjudicar a los demás en su beneficio propio.

«Desearía que estuvierais todos muertos, pensé, y me sentí tentada de decirlo en voz alta. “Nunca dejes que vean que te afecta —me decía Constance y añadía—: Si les haces caso, será peor”. Y probablemente tenía razón pero yo deseé que estuvieran muertos.»

La historia está escrita en primera persona por un narrador que los entendidos consideran "nada fiable". Desde la primera página he odiado a Mary Katherine, pero la autora ha sabido mantener el suspense hasta el final. Ni el testimonio del tío Julian ni los pensamientos de Merricat nos aportan datos suficientes para disipar esa duda razonable. De manera que me he pasado gran parte de la novela preguntándome qué sucedió realmente aquella noche. 

Por otro lado, no es una historia agradable. En mi opinión, es un relato muy extraño que te deja con mal cuerpo, en tanto los personajes exteriorizan el lado más oscuro de la naturaleza humana. En otras palabras, me han entrado unas ganas tremendas de partirle la cara a medio pueblo porque ¡BUF! qué gente tan retorcida, en serio.

Sin embargo, y a pesar de haberme removido las entrañas, su lectura me ha dado mucha pereza. Y eso que no es un relato especialmente largo. La ambientación es magnífica porque nos oprime la boca del estómago, pero el ritmo narrativo es tan pausado que la historia no avanza. Además, los diálogos se repiten hasta la extenuación y me pone nerviosa cómo hablan. Muy raro todo, vaya.

En conclusión. Un relato que no deja de ser interesante debido a una protagonista peculiar que se escapa de la norma. No obstante, su lectura se vuelve interminable a medida que la rutina de la familia Blackwood lo envuelve todo. Lo peor del final es que era evidente. No estoy segura de poder recomendar esta novela a todo lector.


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