Traducción: César Palma | Editorial: minúscula
SINOPSIS
Los objetos que nos rodean pueden parecernos en ocasiones el emblema de lo que pasa, de lo que se reduce a polvo, pero lo cierto es que muchas veces llegaron antes que nosotros y nos sobrevivirán. La casa de este bello relato nos habla en primera persona de las generaciones que acogió y nos cuenta su historia y la de los personajes según lo que ocurre en sus estancias. Preocupada por su futuro, y sin poder intervenir directamente en las decisiones acerca de su destino, es testigo de las vicisitudes de sus dueños, sobre las que extiende una mirada no exenta de ternura.
OPINIÓN PERSONAL
La casa fue construida en un pueblo italiano que da al mar, rodeado de campos fértiles. Desde entonces, ha contemplado el devenir de los años como un espectador inmóvil y silencioso. Sus paredes son un baúl de recuerdos, han vivido amores y disputas, han sufrido la gripe española y han sobrevivido a una guerra, convirtiendo los jardines en un huerto. Después de tantos cambios y tantos años, los nietos están a punto de vender la casa.
No es un relato lineal, la casa recuerda a las tres parejas que han habitado el edificio y mezcla diferentes épocas para reflexionar sobre los estilos de vida que ha conocido y cómo han cambiado los tiempos. Es un narrador en primera persona, pero es una casa omnisciente que conoce los pensamientos y los secretos más cuestionables de la familia.
La prosa presume de una delicadeza entrañable, pero su retrato del conflicto bélico y su postura me resultan tibios. Aurelia medio defiende el «derecho legítimo de su familia a ser fascista» y las pocas anécdotas políticas que figuran en el libro sirven para destacar que los dos bandos sufrieron mucho y que vecinos comunistas podían llevarse bien con sus vecinos fascistas, la guerra la hacían otros.
Al final, la casa simboliza el apego a las vidas del pasado y a los valores más clásicos.
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