05 junio 2017

Piara | Mónica Rodríguez

Ilustraciones: Patricia Metola | Editorial: Narval


SINOPSIS

La vida de Ángela da un vuelco con la llegada de un misterioso chico rubio al pueblo. Intrigada por sus ojos tristes y sus modos de la capital, Ángela le enseñará a disfrutar de su pequeño mundo, marcado por la relación con los animales, las verdes dehesas y los infinitos cielos azules. Las semanas que pasarán juntos, repletas de descubrimientos y emociones, cambiarán la vida de Ángela para siempre.


OPINIÓN PERSONAL

Ángela es una niña adorable y muy graciosa que ha nacido y crecido en el campo, lo que significa que siempre ha estado en contacto directo con la naturaleza. Así pues, la muerte de los animales y su reproducción no son temas tabú en su familia. Por otro lado, una de sus actividades favoritas es pasear a los cerdos por la dehesa.

Y durante uno de esos paseos conoce a un niño rubio de mirada triste, con el que irá haciendo muy buenas migas. Pedro es un chico educado en la capital que ha venido, junto con su familia, a pasar las vacaciones en el campo. Las costumbres de su nueva amiga le descubren un mundo nuevo, pero al mismo tiempo, Ángela también abre los ojos a nuevos horizontes.

La familia de los niños no tiene tanto protagonismo, pero todos los personajes secundarios son reales como la vida misma, con sus virtudes y rarezas. A su manera, todos tienen algo especial y sin ellos la novela no sería la misma. La tía Guillermina, sin ir más lejos, es una mujer que siempre lleva un pollo sin plumas entre las tetas. Y el tío de Ángela esconde un secreto emocionante que le concede el broche de oro a una novela ya de por sí magnífica.

La historia está narrada en primera persona por Ángela y la autora consigue ponerse en su piel con una exactitud admirable. La prosa tiene el descaro propio de una niña de su edad que habla siempre sin pelos en la lengua, con un vocabulario totalmente espontáneo y natural. Y esta forma de expresarse tan suya hace que el relato sea muy entretenido.

Piara es un libro maravilloso que me ha transportado de vuelta a mi infancia (quizá porque he crecido en el pueblo). La historia me ha inspirado muchísima ternura y me ha parecido una novela muy completa. La autora trata temas un poco dramáticos con la mayor naturalidad del mundo, como tiene que ser. En apenas un puñado de páginas, ha construido un desenlace con muchísimo contenido.

Me ha encantado, sobre todo, cómo trata las diferencias entre una chica de campo y un chico de la capital. Hay momentos bastante divertidos. Pero también nos ofrece una pequeña dosis de drama, en su justa medida. Por cierto, me ha enamorado con la ternura implícita en el descubrimiento de ese primer amor.

Por último, nos encontramos con un final realista que no engaña a los niños pero que, al mismo tiempo, les transmite un mensaje optimista y les invita a luchar por sus sueños.

La edición de Narval me ha parecido una verdadera preciosidad gracias a las ilustraciones en blanco y negro (y amarillo) de Patricia Metola. 


«Sentía de un modo oscuro, sin palabras, que la vida era hermosa y cruel y que en el pueblo todos la aceptaban tal como era. Algo en mi interior se rebeló. Como si de pronto comprendiera que había que hacer algo. Había que tomarla de las riendas y conducirla como conducía a los cerdos por la dehesa. A la vida, si la conduces bien, le puedes sacar segundas oportunidades. Y merece la pena, sin duda, vivirla».


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