04 junio 2017

Siempre será diciembre | Wendy Davies

Editorial: SM


SINOPSIS

Sam ha muerto. El mar se llevó sus secretos y ahora solo quedan mentiras y esa sensación de ahogo que todo lo envuelve. Samantha no es ella misma. Jay no sabe lo que hizo. Todos tienen algo que ocultar y cada día que pasa es una cuenta atrás. Mañana quizá sea tarde.


OPINIÓN PERSONAL

Todos tenemos secretos. Todos hemos mentido alguna vez. Quizás, por esa razón, es casi imposible no empatizar con los protagonistas de esta novela, incluso con aquellos que no soporto. Todos los personajes son muy reales, tanto que yo misma he sido testigo de una situación familiar parecida a la de Jay. De modo que cualquiera puede sentirse identificado.

Los personajes de esta novela, sobre todo los protagonistas, sufren controlados por el miedo, pero también luchan por encajar. O mejor dicho, se esfuerzan por diferenciarse del resto del rebaño. Porque la historia transcurre en el típico pueblo de chismosos que enseguida acusan injustamente a una víctima, simplemente porque necesitan culpar a alguien para sentirse mejor.

Por otro lado, la verdadera personalidad de cada uno se va desvelando poquito a poco, transformando sus vidas en una especie de novela negra, excepto porque en esta historia, no hay ningún culpable. ¿O sí? Cuanto más avanzaba en mi lectura, más me sorprendían los personajes.

La historia está narrada en primera persona por Sam Samantha (la hermana de Sam) y por Jayden (su mejor amigo, el chico que sobrevivió). Samantha escribe para el lector; pero Jayden no escribe, habla con Sam, se sincera con él y le cuenta todo lo que sucede desde que se ha ido.

No obstante, la prosa de ambos protagonistas tiene algo en común: un matiz evidente de pura desesperación. El caos de sus emociones se refleja perfectamente en sus palabras, a veces bastante desordenadas. Samantha tiende a repetirse mucho, copia y pega párrafos enteros en más de una ocasión, pero ese recurso solo acentúa el sentimiento de que su vida se ha convertido en una especie de bucle infinito del que no puede salir.

En resumen, el estilo de narrativa me ha parecido muy emotivo y resulta muy fácil empatizar con ambos protagonistas gracias a su manera de expresar las emociones más descarnadas del ser humano.

De la emoción, no encuentro palabras. Han pasado años desde la última vez que un libro me hizo llorar. Han pasado horas desde que este libro casi me hizo llorar. Y digo casi porque no hubo lágrimas, pero sí que me ha provocado un llanto interno y desesperado. Me ha costado lo mío no romperme por dentro. Siempre será diciembre es uno de los pocos libros que subrayaría entero. Cuando finalizas su lectura y cierras el libro no eres la misma persona. Quizá porque mi conexión con este libro ha sido total. Sencillamente, me he encontrado con frases que estoy harta de escribir, pensar y gritar. Así que, hasta cierto punto, me ha servido de terapia. Cada vez que veo el libro en mi estantería, siento ganas de llorar. Yo que he vivido mi propio diciembre solo puedo decir gracias por haber escrito esta novela. ¡Gracias!

La historia de Sam y Jay profundiza sin reparos en temas bastante duros, como lo son la muerte de un ser querido y el proceso de duelo. Pero también reflexiona sobre el amor y la familia desde todos los ángulos posibles. Los secretos y mentiras que unen y separan a los personajes son tan inesperados como realistas. De modo que la historia va ganando intensidad hasta un final que te roba el aliento. Cuando crees que la verdad no podría ser más dolorosa, las autoras te rematan con una revelación desgarradora. Durante las últimas páginas, mi corazón palpitaba como loco hasta salirse de mi pecho. O romperse. O ambas cosas a la vez.

Por último, el amor entre los protagonistas —el amor en todas sus formas— me ha conquistado. Considero que la historia romántica no podría haberme gustado más. Me ha emocionado, me ha sorprendido, ha puesto mi mundo al revés. En definitiva, un libro precioso que merece ser descubierto.


«Mi madre suele decir que la rabia es como coger cien cuchillo y lanzarlos al aire; al final, siempre acabas herido. Yo no soy como ella. Si uno solo de los cuchillos logra su objetivo, no me importa que los otros noventa y nueve me hieran, porque habrá valido la pena.»

«Odio a los adultos. Creen que poseen la verdad absoluta, que lo saben todo, que tienen derecho a romper y arreglar el mundo y que no pasa nada. Porque son mayores. Porque pueden. Porque son sabios. Y una mierda. Estoy harta de ellos. Estoy cansada de llorar. Estoy cansada de callarme. Estoy cansada de estar cansada.»

«Tengo un miedo terrible a las ratas. Recuerdo cuando de niña mi padre me construyó una casa en el árbol que había en nuestro jardín y una vez subí y me encontré con una rata enorme y asquerosa. En cuanto vi que se dirigía a mí, ni siquiera lo pensé: me tiré de la casa del árbol. Me rompí una pierna. En cualquier otra circunstancia, tirarme de una altura de cinco metros me habría aterrorizado, pero la rata me daba más miedo. Así que no es que fuera valiente, es que el miedo más grande se llevó todo lo demás. Si la muerte no te asusta, es que la vida te aterra. ¿De qué huyes? ¿Qué es lo que te da tanto miedo? ¿Dónde está tu rata?»


No hay comentarios:

Publicar un comentario