Traducción: Gemma Rovira Ortega | Editorial: Fantascy
SINOPSIS
Kelsea Glynn es la única heredera del trono del Tearling. Tras la muerte de su madre, la princesa fue criada por dos fieles sirvientes en una cabaña oculta en los bosques. Durante casi dos décadas, el tío de Kelsea ha ejercido la regencia, pero no es más que el títere corrupto de la Reina Roja, la taimada y despótica hechicera que ostenta el poder en el feudo colindante de Mortmesne.
El día que Kelsea cumple diecinueve años, los maltrechos restos de la guardia de la reina acuden para sacar a la joven de la clandestinidad y escoltarla hasta la capital.
Así empieza el turbulento viaje de Kelsea al corazón del Tearling para reclamar su trono, ganar la lealtad del pueblo, y rescatar su reino de la corrupción y de la magia oscura.
Armada con una voluntad de acero, la joven se someterá a una auténtica prueba de fuego que puede convertirla en leyenda... o destruirla.
OPINIÓN PERSONAL
«La marca del verdadero héroe consiste en que el más heroico de sus actos se realiza en secreto. Nunca oímos hablar de él. Y sin embargo, de una forma u otra, amigos míos, lo sabemos».
Kelsea es una princesa exiliada que se ha criado en el bosque, escondida del resto del mundo y con la única compañía de sus "padres adoptivos", Carlin y Barty. Su madre biológica, temiendo por su vida, la escondió lo mejor que pudo. (Osea, mal.) Que tampoco importa demasiado, porque sus enemigos son tan malos que no se han molestado en buscarla durante los últimos 19 años. Cumplida su mayoría de edad, cuando la Regencia llega a su fin, la Guardia Real que juró lealtad a su madre viene a por ella, para escoltarla hasta palacio y coronarla Reina del Tearling. Y la escoltan bien bien, porque la mayoría se emborrachan cuando cae la noche. (¿En serio? Sí, en serio.)
En un principio, como era de esperar, todo el mundo desconfía de su verdadera identidad, pero Kelsea tiene tres pruebas irrefutables: dos zafiros y una cicatriz en el brazo. (Cuando ¡por fin! se descubre el secreto de los zafiros me quedé ojiplática.) Bueno, en realidad, tiene una cuarta prueba: cuenta con la lealtad de la Guardia Real que, en su día, sirvió a su madre. Hombres que enseguida pasan a un segundo plano, excepto Lazarus —o Maza— que se convierte en algo así como el escolta privado de la Reina, su mano derecha vamos, ya que ambos acaban metidos en todos los fregaos.
Y de pronto, Kelsea tiene que afrontar sus responsabilidades como Nueva Reina del Tearling, a pesar de que nadie le ha enseñado absolutamente nada. Sus padres adoptivos nunca han querido hablarle de su madre, ni de su reinado. Nadie habla del pasado con ella, ni de su padre tampoco. Y como bien dice la propia Kelsea, «¿Cómo voy a tomar decisiones inteligentes si no sé nada?» De verdad, no ha sido educada para ser reina, por mucho que nos hagan creer que sí. Y aún así, ella desea convertirse en la reina perfecta. Así que promete educación y sanidad para todos, así como redistribuir las tierras, los bienes y los impuestos. Promesas que difícilmente va a poder cumplir.
El problema es que no soporto a Kelsea Glynn. (Hala, ya lo he dicho). Para empezar, no veo la necesidad de resaltar con tanto ahínco que se trata de una chica feucha. Pero lo peor de todo es que Kelsea me parece una chavala bastante mema y altanera que se lo tiene muy creído. Cree que es una líder nata, pero solo sabe dar órdenes absurdas y tomar decisiones poco inteligentes. Únicamente piensa en el ahora y es incapaz de actuar teniendo en cuenta las consecuencias a largo plazo. Se presenta a los demás como una reina valiente, dispuesta a sacrificar su vida por el pueblo. Supuestamente, todo el mundo ve más realeza en ella que en su madre. Pero yo no le encuentro el carisma por ninguna parte. De hecho, en más de una ocasión abusa de su poder e incluso llegar a amenazar al propio Maza. Porque, claro, se cree más lista que sus hombres, soldados con años de experiencia a sus espaldas. Cosa que, por otra parte, tampoco era muy difícil.
«Podéis hacer lo que queráis, Señora. Sois la reina».
Y luego está su historia con el Traedor. Porque Kelsea está ¿enamorada? del Rey de los Ladrones, un heraldo de muerte capaz de robarle al Regente cualquier cosa que se proponga, incluso a sus mujeres. Nadie ha visto la cara del Traedor, jamás, pero Kelsea es especial. Podríamos conocer la historia completa desde un principio pero, ¡cómo no!, Kelsea no quiere oír hablar mal de él. Es decir, entre lo que no te quieren contar y lo que tú no quieres oír, lo llevamos claro.
Por otro lado, nos encontramos a la antagonista por excelencia, la reina de Mortmesne. Literalmente, el Tearling se lleva a matar con el reino vecino. No obstante, durante la Regencia, todo el mundo ha permanecido con la cabeza agachada por miedo a la malvada Reina Roja. Bueno, por eso, y porque el Regente es un vendido. Además, resulta que la madre de Kelsea era una reina débil que accedió a pagar un tributo a la Reina Mala para que no volviera a cruzar su frontera. Y me hace gracia que consideren débil a la reina por no estar dispuesta a dirigirse conscientemente hacia su muerte.
«Las mujeres gritan cuando las hieren —dijo la voz de Barty en su cabeza—. Los hombres gritan cuando están muriendo».
Un detalle que me ha sorprendido es que la autora le conceda tanto protagonismo a la Santa Biblia en una historia de estas características. Según parece, la religión es Dios en el Tearling. Por ejemplo, los clérigos quedan exentos de pagar el tributo a la Reina Roja y el Santo Padre tiene oídos y ojos en todas partes. La Iglesia de Dios se presenta así como una religión corrompida que se arrima al gobernante más poderoso. Y como no podía ser de otra manera, Kelsea no es nada creyente. Ya os podéis imaginar el resto.
Por último, la novela está plagada de personajes secundarios y traidores, pero no le he prestado especial atención a ninguno. En mi opinión, la mayoría de sus enemigos son simple relleno para concederle más "emoción" a las intrigas políticas, pero siento que el tema ha sido tratado de forma superficial. Del mismo modo, se habla de una Travesía, cuando americanos y británicos llegaron al Nuevo Mundo. Entonces, el fundador del Tearling prohibió la tecnología. No me queda nada claro el sentido de este mapa distópico, en el que Mortmesne se corresponde con Nueva Europa.
La historia está narrada en tercera persona con un lenguaje bastante sencillo y correcto, pero el ritmo me ha parecido tan lento, que su lectura se me hizo interminable a pesar de que contiene muchísimo diálogo. Es más, tengo la sensación de que la historia no avanza en ningún momento.
Desde las primeras páginas, me ha costado lo mío no abandonar su lectura. Realmente, es todo el rato más de lo mismo. La trama era algo interesante, pero tampoco daba para mucho más. La autora construye una novela bastante repetitiva a fuerza de plantear las mismas incógnitas de distinta manera. Y sinceramente, el secretismo casi enfermizo de todos los personajes es un auténtico sinsentido que, además, me pone de los nervios. ¿Por qué nadie habla del pasado con la futura reina? Es absurdo.
Por otro lado, la novela tiene un toque de fantasía que no me esperaba, pero que tampoco me ha sorprendido demasiado. En general, el desenlace no me ha convencido y su lectura resulta muy aburrida. Por muchas páginas que pasara, por abreviar, siempre me encontraba con la misma cantinela. En definitiva, no considero que sea una mala historia porque el argumento en sí no me disgusta, pero sin duda, su desarrollo ha podido conmigo.
«Los gobernantes que pretenden controlar a una población mal dispuesta no controlan anda, y muchas veces su cabeza acaba clavada en una pica».
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