28 febrero 2019

La Casa de la Muerte | Sarah Pinborough

Traducción: Francisco Muñoz de Bustillo | Editorial: Runas


SINOPSIS

Un rutinario análisis de sangre trastocó por completo la vida de Toby. Apartado de su familia, vive ahora en la Casa de la Muerte con otros jóvenes bajo la atenta mirada de la supervisora y su equipo de enfermeras. Esperan la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad. Cualquier signo de que algo ha cambiado en ellos. Entonces es el momento de llevarlos al sanatorio. Nadie vuelve del sanatorio. Toby pasa los días absorto en sus recuerdos y preguntándose cuánto tiempo le queda. Hasta que llega alguien que rompe esa frágil calma y hace que todo cambie.


OPINIÓN PERSONAL

La Casa de la Muerte nos relata el día a día de unos niños diagnosticados con una extraña enfermedad: el gen Defectuoso. Dicho gen se activa antes de los dieciocho años y provoca la muerte en el cien por cien de los casos. Poco más conocemos de la enfermedad, salvo que los primeros síntomas son muy diversos. Cuando los niños manifiestan los primeros signos de cambio, son trasladados a otra planta, conocida como el Sanatorio, donde nadie sabe lo que sucede. Lo único que saben es que nadie regresa.

Mientras esperan lo inevitable, los niños y adolescentes hacen vida normal: tienen clase y actividades supervisadas por un grupo de profesores y enfermeras que no les prestan demasiada atención. De hecho, los adultos apenas tienen protagonismo en la novela. Nadie quiere encariñarse de los niños y lo único que se espera de ellos es que no molesten.

Una de las actividades que más rivalidad suscita entre los personajes son las apuestas. Las habitaciones compiten entre sí, entendiendo la muerte y la enfermedad como una especie de juego macabro. No solo apuestan quién será el próximo en morir, la habitación más fuerte es aquella que conserva más miembros. La autora nos presenta así una adolescencia cruel y despiadada, en una ambientación que recuerda a las novelas de terror en las que van muriendo de uno en uno, y aquí también sabemos de antemano que todos los niños han sido sentenciados a muerte.

Uno de los puntos más interesantes de la novela es que los niños son una muestra representativa de la sociedad, cada uno interpreta un papel clásico. Las comparaciones son odiosas, pero es que la propia autora menciona El señor de las moscas y creo que su historia bebe mucho de esa fuente.

Will representa la inocencia de la infancia. Louis es el niño prodigio, el embajador de la razón y la inteligencia. Jake es el típico macarra adolescente que no lo ha tenido fácil en la vida. Ashley representa la fe ciega en el más allá, la creencia en una religión que nos salva después de la muerte. Después de todo, este libro no deja de ser una reflexión sobre cómo enfrentamos la adversidad y la muerte. Cabe destacar que uno de los pocos adultos que tienen alguna relevancia en la trama es una enfermera amable, un pequeño guiño a la importancia del afecto y la compañía en los últimos momentos de nuestra vida.

Creo que el protagonista funciona bien precisamente porque nos presenta el gen Defectuoso como un golpe de realidad: nadie está a salvo de la muerte. El mundo que creía seguro se ha roto en el último momento y ahora vive esperando la muerte. No hace nada con su vida, porque su vida ya no le pertenece. Toby representa la derrota y la aceptación. Pero también es un espíritu rebelde que está enfadado con el mundo, así, en abstracto. Sin duda, es el personaje con el que más me identifico.

Todo cambia con la llegada de Clara, una adolescente risueña y optimista, que ha decidido exprimir la vida hasta el último suspiro. Cualquiera diría que no es consciente de dónde está ni por qué. Pero tiene una personalidad magnética que rápidamente enamora a todos. Y justo aquí, nos encontramos el punto fuerte de la novela. Toby y Clara interpretan dos formas de entender la vida que, poco a poco, encuentran su lugar y encajan.

La Casa de la Muerte es una historia de amor de las que duelen. El final sorprende por inesperado, pero al mismo tiempo, no sé cómo sentirme. No lo supero.

Otros libros de la autora: Detrás de sus ojos


«No sé quién me da más pena de los dos, el que va a marcharse o el que se quedará atrás.»

«Les enseñó que llorar no servía de nada. Tampoco servía  de nada pedir ayuda. Sobre todo les enseñó que cuando venía a por ti, te quedabas solo.»


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