Traducción: Pilar Vázquez | Editorial: Alba

SINOPSIS
En un día lluvioso, el joven Norman Huntley –organista de iglesia e hijo del librero de la imaginaria ciudad catedralicia de Cornford– y su amigo Henry Beddow –mecánico de coches– tienen la ocurrencia, de puro aburrimiento, de inventarse un personaje: una tal señorita Hargreaves, octogenaria, sobrina del duque de Grosvenor, intérprete de arpa, poetisa, dueña de una perra y una cacatúa, e intrépida viajera que siempre va acompañada con su propia bañera. Cuál no será su sorpresa cuando, días después de tal invento, la señorita Hargreaves «en persona» se presenta, con todos sus bártulos, en la estación de Cornford. ¿Qué ha ocurrido? ¿Es esa anciana excéntrica, metomentodo y exigente, dispuesta a revolucionar la vida de todo el mundo, una alucinación o una persona de verdad? Frank Baker escribió en 1940 esta hilarante novela que combina la comedia de costumbres británica con una aguda reflexión sobre los mecanismos de la creación literaria y los eternos conflictos entre realidad y ficción. La señorita Hargreaves no es un mero entretenimiento: es un entretenimiento con ideas.
OPINIÓN PERSONAL
Norman y Henry son dos hombres hechos y derechos que ya fuman en pipa, pero que se comportan como un par de niños malcriados. La psicología de este par de amigos me resulta demasiado pueril. Según parece, su mayor diversión es ir por ahí mintiéndole a la gente. Un día como otro cualquiera, se inventan a una tal señorita Hargreaves. Pero no solo eso. Se sienten tan orgullosos de su invención que ambos empiezan a comportarse como si ella existiera de verdad, incluso cuando están solos. Hasta que le envían una carta al hotel en el que supuestamente se aloja.
De pronto, alguien responde a su mensaje. Norman se queda conmocionado cuando la señorita Hargreaves aparece en la estación. Una anciana que ha nacido en su imaginación hace apenas unos días se ha convertido en una persona de carne y hueso. La señorita Hargreaves es una octogenaria de lo más extraña... e insufrible. Desde que entra en escena, se comporta como un auténtico vendaval que impone su voluntad tanto como le permiten. Cuando descubrí esta novela, pensaba Hargreaves sería una señora casi entrañable, como una especie de Mary Poppins pero más graciosa. Sin embargo, no la soporto. Ni a ella, ni a Norman, ni a Henry. Ni a nadie.
Todos los personajes son bastante extravagantes. El padre de Norman, por ejemplo, me parece un personaje demasiado irritante. Este hombre es incapaz de seguir el hilo de ninguna conversación hasta el punto de que, mientras su hijo le confiesa sus problemas, el padre le contesta con sus propios asuntos, ignorando el tema central de la conversación por completo. (Buf.) En general, me ha costado un mundo digerir todas las conversaciones.
Por otro lado, la personalidad de Norman carece de toda lógica para mí. Sencillamente, no me entra en la cabeza cómo pasa del estupor inicial a sentirse orgulloso de su creación. La señorita Hargreaves no se aparta de su creador ni a sol ni a sombra, pero Norman está encantado de poder sufrir en compañía de una creación tan insoportable. (Una vez más, Buf.)
La prosa me ha parecido bastante correcta, pero muy lenta y demasiado aburrida. El lenguaje que utiliza es más bien sencillo, pero muchas veces se pasa con las descripciones de objetos irrelevantes. La novela está escrita en primera persona, como si el propio Norman hubiera escrito un libro de memorias en el que relata con detalle los acontecimientos que cambiaron su vida, como si toda la novela fuera verdad.
Durante las primeras páginas, me ha costado engancharme a su lectura. Y cuando por fin pensaba que mi interés por la novela comenzaba a despegar, no tardó demasiado en decaer a pasos de gigante. La historia no me ha convencido en ningún momento, al margen de que la premisa me pareciera interesante. A ratos resulta casi entretenida, pero desde la aparición de la señorita Hargreaves me ha parecido una lectura tan insufrible como su protagonista. De momento, es el rara avis que menos me ha gustado.
Me encantan las 'comedias de costumbres británicas', pero la única gracia que le he encontrado a esta novela ha sido el modo en que Norman juega con las palabras. Las alabanzas que ha recibido esta novela desde la fecha de su publicación me descolocan por completo. Según parece, también es una novela crítica con la sociedad, pero reconozco que no he conseguido finalizar su lectura para comprobarlo. He intentando retomar su lectura varias veces, pero cada vez que abro el libro me agobio y decido cerrarlo. No puedo.
Por cierto, no tengo palabras para describir los poemas escritos por la señorita Hargreaves. No tienen ni pies ni cabeza.
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