02 marzo 2019

Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York | Gail Parent

Traducción: Zulema Couso | Editorial: Libros del Asteroide


SINOPSIS

Sheila es una chica mona. Su madre dice que es guapísima, claro, pero ya se sabe cómo son las madres. Vive en Manhattan con su mejor amiga, Linda, que es más alta y más delgada que ella.

Sheila no piensa demasiado en el futuro y su vida transcurre como la de cualquier otra chica. Sin embargo, su despreocupación termina el día en que cumple treinta y cae en la cuenta de que no tiene pareja. Sheila intentará resolverlo, pero no es tarea fácil: el que no es gay, se enamora de su mejor amiga; y el que parecía tan buen chico, solo busca ahorrarse el alquiler. Un desastre.

Las decepciones se transforman en desesperación y, en un momento de lucidez, Sheila toma una decisión drástica: suicidarse. Pero antes de hacerlo, tiene que dejar sus cosas en orden y explicar los motivos en una larga nota.

Considerada cuando se publicó, en 1971, como la alternativa femenina al Alexander Portnoy de Philip Roth y a las primeras comedias de Woody Allen, Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York continúa siendo la nota de suicidio más divertida que se haya escrito nunca.


OPINIÓN PERSONAL

No soporto a Sheila Levine. Sí, lo sé. Se supone que es una sátira y que, supuestamente, parodia a las mujeres que se comportan de esta manera. Pero es que no puedo con ella. Para empezar, es una especie de estereotipo con patas bastante patético que denigra al resto de mujeres. Yo entiendo que fue concebida como parodia de una realidad que apenas se le parece, pero no me hace ni pizca de gracia. Es más, me aburre.

Sheila Levine es una chica judía —supuestamente con sobrepeso— y ridículamente obsesionada con la idea de casarse. Por Goodreads he leído un comentario que describía a Sheila como “una mezcla de Bridget Jones y la protagonista de GIRLS”. Y no podría parecerme una comparación más acertada. El problema es que detesto a la protagonista de Girls.

En cuanto al resto de personajes... digamos que están de paso porque tampoco me han aportado gran cosa. En serio, es que no empatizo ni simpatizo con nadie. La protagonista cada vez me cae peor y no soporto a los hombres con los que se acuesta.

Como podéis ver, la prosa de esta autora es una de las pocas cosas buenas que le he encontrado a la novela. A pesar de que su lectura se me ha hecho cuesta arriba, reconozco que la prosa es de primera calidad. Esta historia biográfica está narrada en primera persona por la propia Levine, quien ha decidido escribir una nota de despedida antes de suicidarse. Por cierto, los capítulos son bastante largos.

He intentado leer esta novela dos veces, pero me supera. Después de leer las primeras páginas que la editorial pone a disposición del lector, pensaba que el resto de la novela sería igual de entretenida y divertida. Pero lo que me he encontrado me ha aburrido hasta límites imposibles. Tanto que soy incapaz de finalizar su lectura si no es saltándome unas cuantas páginas de relleno. La historia de Sheila Levine no podría importarme menos y cada nueva aventura me parece más irrelevante que la anterior.

Nunca he simpatizado demasiado con las novelas chick-lit y, según parece, la novela de Gail Parent pertenecía a ese género antes incluso de que alguien se inventara ese término. En definitiva, una nota de suicidio bastante simpática que va perdiendo toda su gracia a medida que avanza hacia un final casi surrealista. Una novela totalmente prescindible para mí.


«Fecha de nacimiento: 12 de agosto, hace treinta años... “Qué preciosidad de bebé”... “Manny, ¿es niña? Ya sabes lo que significa eso: te toca pagar la boda...” ¡Solo tenía un día! Solo tenía un día y ya estaban hablando de bodas. Tú escribiste la historia, mamá».


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