14 mayo 2023

Niels y los Gigantes Dormidos | Nerea Díaz Martos

Ilustración de cubierta: Lancer Stiler | Ilustraciones interiores: Lucía Trueba Peñuelas


SINOPSIS

Había una vez un chico con el corazón de metal y cuerda...

Eriksson Norlen jamás ha sido libre. Heredero de una de las familias más importantes del país, se dedica a tocar el piano mientras el tiempo corre en su contra. Un día, le retan a salir de su inmensa mansión y acaba perdido por el bosque. Le encuentra Niels, que nunca ha tenido nada ni a nadie.


OPINIÓN PERSONAL

Eriksson Norlen, un prodigio del piano, es un autómata con el corazón de metal y cuerda. Su vida está llena de obligaciones que no le gustan y sueña con dejar de ser una marioneta y no tener cuerdas que lo aten a ninguna vida. 

Su padre le ha extirpado su capacidad de sentir emociones, nunca se ha preguntado qué quería él, y su madre enferma es poco menos que un fantasma que pasa los días en su habitación.

Eriksson nunca ha ido a la aldea, su madre dice que es peligroso cruzar el bosque. Pero un día, azuzado por amigos, ignora las advertencias y se pierde por el camino. En el bosque, se encuentra con Niels, el espíritu dorado y salvaje de las montañas, un chico que no tiene nada.

Cuenta la leyenda que el cielo y la tierra eran dos dioses, amantes condenados a no tocarse jamás porque, si lo hacían, el mundo entero se rompería... 

Los gigantes dormidos no son una fábula, es el viaje emocional de un niño sometido a la autoridad de un padre y el despertar de un amor prohibido. Ha convertido la búsqueda de la libertad en un cuento de fantasía y las emociones son metáforas visualmente preciosas.

El estilo narrativo es casi poético, quizá le falta un punto de madurez y una revisión cuando adquiera más experiencia, pero me tiene ganada por contar lo de siempre de manera diferente. Cuando habla de Studio Ghibli resume bien la estética de los escenarios que inventa en el libro.


«Se decía que los Norlen no eran humanos. Que un monstruo gobernaba la casa, un fantasma deambulaba por los pasillos y una máquina de relojería tocaba el piano.»

«Estaba a punto de hacerlo, de tomar de nuevo las riendas y entregárselas a alguien que supiera manejarlas. Él no podía.»


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