05 agosto 2024

El hombre que cayó a la Tierra | Walter Tevis

Traducción: José María Aroca | Ilustración de cubierta: Showtime Networks Inc. | Editorial: Alfaguara


SINOPSIS

Thomas Newton aterriza en Kentucky escapando de su planeta, Anthea, que ha sido devastado por las guerras nucleares y cuyos habitantes son el doble de inteligentes que los humanos. Adopta una apariencia humanoide y se pone manos a la obra para traer a sus compañeros alienígenas y salvarlos de la extinción. Pero su trabajo y la avanzada tecnología antheana que utiliza llaman la atención de Nathan Bryce, profesor de química que no tarda en presumir que Newton esconde algo bajo la superficie. A medida que Bryce y el gobierno estadounidense se vayan acercando cada vez más a su sospechoso, Newton deberá luchar por mantenerse fiel a su misión y salvar a sus congéneres de una muerte segura. Y si bien los humanos son menos avanzados que los antheanos, en ocasiones pueden ser mucho más peligrosos.


OPINIÓN PERSONAL

Thomas Jerome Newton «no era un hombre; pero era muy parecido a un hombre. Era humano, aunque no propiamente un hombre». Newton es un extraterrestre de Anthea, un pueblo moribundo que ha agotado las fuentes de energía. Como último recurso, Newton ha viajado hasta la Tierra.

Para cumplir su misión en nuestro planeta, recurre a Oliver Farnsworth, el mejor abogado en asuntos de patentes. Con su ayuda, Newton lleva a cabo su proyecto de investigación sin revelar su verdadera identidad, pero Nathan Bryce, un ingeniero químico, investiga las nuevas tecnologías en el mercado. El procedimiento científico es tan avanzado que no le parece de este planeta.

No hay mucho conflicto hasta el final de la novela. Newton describe a la humanidad como “un atajo de monos listos y absortos en sí mismos” en un mundo atareado y destructivo, cuando él mismo comete errores y podría pasar por humano desde las primeras páginas. De acuerdo que ha entrenado duro para ello, pero la evolución del personaje es mínima. 

Parece que volverse humano consiste en lamentarse y consumir alcohol. El retrato social araña la superficie y peca de escueto, únicamente critica nuestra capacidad de autodestrucción y, al margen de un proyecto con fines desconocidos, no cuenta gran cosa. Su relato ofrece un final esperado que ya no sorprende, si bien me ha gustado su forma narrativa y el paralelismo con el vuelo de Ícaro y Rumplestiltskin.

Otros libros del autor: Sinsonte


«¿Acaso el género humano no tiene derecho a elegir su propia forma de destrucción?»


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