Frankenstein o el moderno Prometeo | Mary Shelley

Traducción: Blanca Gago Domínguez | Editorial: Nórdica Libros

Cubierta de Frankenstein


SINOPSIS

En el verano de 1816, Lord Byron invita al poeta Percy Bysshe Shelley y a su joven esposa, Mary, a su casa de Suiza. Los días son lluviosos y el anfitrión propone que cada uno escriba un relato de fantasmas. Así surgirá Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada en 1818 y considerada la primera novela del género de ciencia ficción. Atrapado en los hielos del Ártico, Victor Frankenstein es rescatado por el capitán Walton. Dedicará sus últimos días a narrarle la trágica historia de sus experimentos en búsqueda del poder de dotar de vida a la materia inerte y cómo el ser que creó se rebelaría contra él.


OPINIÓN PERSONAL

Atrapado en los hielos del Ártico, Victor Frankenstein es rescatado por el capitán Walton. Dedicará sus últimos días a narrarle la trágica historia de sus experimentos en búsqueda del poder de dotar de vida a la materia inerte y cómo el ser que creó se rebelaría contra él.

Robert Walter escribe cartas dirigidas a su hermana durante un viaje de exploración hacia el Polo Norte. Durante los primeros días, solo puede compartir con ella las emociones que ha despertado en él semejante travesía, así como sus vivencias a bordo del barco. Hasta que encuentran un hombre a la deriva en medio de la nada. Entonces, su prosa abandona el carácter epistolar y redacta las memorias de Victor Frankenstein, el hombre que persigue al demonio que huye de él.

Como era de esperar, Victor comienza a narrar sus memorias desde el principio, desde antes incluso de su nacimiento. Así pues, conocemos la historia de sus padres, cómo se conocieron, adoptaron a la hermosa Elizabeth y tuvieron tres hijos: Victor, Ernest y William. También comparte con su anfitrión, cómo conoció él a su mejor amigo, Henry Clerval. Y como las circunstancias le condujeron a sentir un interés desmedido hacia la filosofía natural, mientras que su mejor amigo quería convertirse en maestro de lenguas orientales. A diferencia de Clerval, Victor Frankenstein tiene sed de saber, necesita descubrir los secretos del cielo y la tierra. Y precisamente por esa razón, está decidido a contarle sus memorias a su anfitrión, porque le ve ávido de conocimiento, como él. Para que el saber no le muerda.

En un principio, su relación con el resto de mortales puede parecer del todo irrelevante, ya que enseguida se encierra a estudiar el misterio de la vida. No obstante, cada personaje que desfila por esta novela tiene cierta relevancia durante el desarrollo dramático de los acontecimientos, a mitad de novela. El caso es que, de momento, Victor Frankenstein es un muchacho obsesionado con el conocimiento que investiga de forma clandestina hasta que descubre cómo dotar de vida a la materia muerta. Después de meses recolectando trozos de diversos difuntos, Victor crea un ser abominable. Y tan pronto el demonio cobra vida, él repudia a su propia creación debido a su horrenda fealdad. ¡Lo odia con todas sus fuerzas!

El ritmo de la novela es pausado. La autora dedica capítulos interminables a describir las experiencias vitales de Victor y sus allegados. De modo que la historia me ha parecido soporífera la mayor parte del tiempo. Pensaba que el monstruo de Frankenstein tendría más protagonismo, pero solo le dedica un puñado de capítulos, a modo de reflexión final.

Me ha sorprendido para bien que el demonio tenga derecho a pronunciar sus propias memorias. De este modo, nos permite conocer su punto de vista de primera mano. Aunque, en lo personal, no he conseguido ponerme en su piel por dos razones. Principalmente, porque me cuesta creer que el monstruo haya alcanzado un desarrollo cognitivo tan elevado, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones en las que se ha desarrollado su inteligencia. También, porque su estado anímico es tan inestable que se convierte en un desequilibrado mental, prácticamente un psicópata. El demonio culpa a los demás de su monstruosidad. Especialmente a su creador. Pero lo más escalofriante de todo, es que tiene alma de fantasma. El demonio aparece dónde y cuándo quiere, rastrea a su creador como si estuvieran unidos por un vínculo. Tanta casualidad me abruma.

Me gusta el carácter crítico de su criatura, más teniendo en cuenta que viene a simbolizar la persecución de la inocencia cuando ésta se manifiesta en una apariencia grotesca. Aprecio el mérito de concebir una premisa tan rompedora, sobre todo para su época. Pero detesto la petición desesperada del monstruo y que necesite "intercambiar los afectos necesarios" para afrontar la soledad y el rechazo que le han sido impuestos. A fin de cuentas, se justifica la maldad.