02 marzo 2019

Matemos al tío | Rohan O'Grady

Traducción: Raquel Vicedo | Editorial: Impedimenta


SINOPSIS

Barnaby Gaunt tiene diez años y acaba de quedarse huérfano. Solo y desamparado en la vida, ha de vivir con su tío, por lo que viaja a una preciosa isla remota de la costa de Canadá, llena de amables ancianitos y donde hay hasta un policía montado. A primera vista, todo indica que le espera un verano perfecto. Salvo por un pequeño problema: su tío está tratando de matarlo. Heredero de una fortuna de diez millones de dólares, Barnaby se cansa de decirle a todo el mundo que su tío, un hombre misterioso y aterrador, anda detrás de su herencia, pero nadie le cree. Nadie salvo Christie, una niña rara y de poco comer, que llega a la conclusión de que Barnaby solo puede detener a su demoniaco tío de una manera: matándolo primero a él. Y así, con la ayuda de Una Oreja, un puma salvaje a quien los isleños atormentan desde hace años, Christie y Barnaby traman un plan infalible. Una lectura deliciosamente perversa. Oscura y mortalmente ingeniosa, «Matemos al tío» es un clásico de culto que nunca hasta ahora se había publicado en español.


OPINIÓN PERSONAL

La historia transcurre en una isla remota de la costa de Canadá habitada por cuatro granjeros y amables ancianitos. Los hombres más jóvenes habían muerto durante las dos guerras mundiales y las viudas se mudaron a las ciudades con sus hijos, de modo que no quedan niños en el pueblo. El sargento Albert Coulter fue el único que regresó con vida del campo de batalla, algo que los vecinos no están dispuestos a perdonarle. 

Durante las vacaciones de verano, el señor y la señora Brooks han alquilado su casa al comandante Murchison-Gaunt y a su sobrino, un niño mimado y grosero que acaba de quedarse huérfano. Sin embargo, Murchison-Gaunt se ha visto obligado a posponer su viaje por motivos personales y el matrimonio se hará cargo del chico durante la ausencia de su tutor legal.

Barnaby Gaunt reunía todas y cada una de las características propias de un delincuente juvenil, pero los Brooks le consienten todas sus travesuras con alegría, convencidos de que este niño tan impertinente es en realidad la reencarnación del hijo que perdieron en la guerra, quien supuestamente ha descendido desde los planes astrales.

«Los viejos de la Isla no estaban hechos a los niños. Especialmente a los niños malvados como ese.»

Pero Barnaby no será el único niño que atormente la tranquilidad de la isla durante el verano, ya que la señora Nielsen también va a acoger a una niña hasta noviembre. En palabras del sargento Coulter, Christie MacNab es una niña repulsiva e irritante. Sus modales eran más propios de un adulto y, de algún modo, ya tenía el aire de una solterona indómita, autosuficiente y arisca. 

Como era de esperar, los adultos pretenden que Barnaby y Christie jueguen juntos para que no se sientan solos. En un principio, no se soportan y se echan las culpas el uno a la otra. Pero a medida que pasan más tiempo juntos, ambos descubren que son tal para cual y se vuelven inseparables. La verdad es que me parecen dos personajes insufribles, pero también tienen su punto cómico.

Durante los primeros capítulos, el autor nos describe con detalle cada rincón de la isla y nos presenta, poco a poco, a todos los personajes que nos van a acompañar durante el resto de la novela. De modo que, a medida que la isla se adapta a las travesuras de los niños, los protagonistas nos resultan cada vez más familiares. Para cuando el tío de Barnaby llega a la isla, nosotros ya sabemos lo que podemos esperar de cada uno, además de que todos los vecinos se relacionan entre sí de formas inesperadas.

Por otro lado, todos los habitantes de la isla me han parecido igual de carismáticos, sin importar lo bien o mal que te caigan. Mi gran favorito es el sargento Coulter, ya que su historia personal me ha calado hondo. Pero también me han gustado muchísimo los demás, incluso los que me han parecido insoportables. Por ejemplo, he disfrutado un montón cada vez que los niños se metían con el señor Duncan, aunque solo sea por el trato que le concede a su hija.

Pero de todos los personajes que desfilan entre las páginas de este libro, sin duda, el más peculiar es Una Oreja, un puma salvaje a quien los isleños atormentan desde hace años. Y que, además, tiene un gran protagonismo durante el desenlace.

Cuando Murchison-Gaunt llega a la isla, su sobrino se transforma en presencia de este hombre tan misterioso y aterrador. Barnaby está convencido de que su tío anda detrás de su herencia, una fortuna de diez millones de dólares. Pero nadie le cree, excepto Christie. Después de tantas travesuras, yo misma he llegado a desconfiar de su palabra. Las cosas no están nada claras, aunque su tío tampoco me genera demasiada confianza. De modo que la historia atraviesa un momento cargado de suspense que me ha mantenido en ascuas durante unas cuantas páginas.

Entonces, es cuando Christie tiene la genial idea de "matar, antes de que te maten". En vista de que nadie, ni siquiera el sargento Coulter, está dispuesto a creer en la palabra de un Barnaby casi demente, ellos mismos tendrán que tomarse la justicia por su cuenta. Y planean un asesinato: el de su tío.

«A los niños les encantaba la pequeña iglesia; era un lugar agradable y apacible, perfecto para planear un crimen.» 

Gracias a la editorial Impedimenta, he descubierto una novela que me ha fascinado, ya que Matemos al tío es un clásico de culto que nunca hasta ahora se había publicado en español. Sin lugar a dudas, recomiendo su lectura, especialmente a los amantes de estas pequeñas rarezas literarias. Porque este relato me ha parecido tan extraño como formidable desde la primera hasta la última palabra.

En conclusión. Considerada una de las novelas góticas más importantes del siglo XX, Matemos al tío es una historia magnífica, oscura y cruel. Rohan O'Grady ha construido una trama que es una delicia, con unos personajes inolvidables. 

Por último, deciros que la portada es obra de Edward Gorey y que la historia fue llevada al cine, con el mismo título, en 1966 por el director de terror William Castle.


«Nunca pensé que llegaría el día en el que tendría que ser poco ético para mantener mis principios morales.» 


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