06 diciembre 2019

El mago que se perdió en su sombrero | Lars Vasa Johansson

Traducción: Francisca Jiménez  |  Editorial: Duomo



SINOPSIS

Cuando el bosque pide ayuda, llega al rescate Anton, un mago ególatra cuya vida es un fracaso que él se niega a admitir. Se somete entonces a una terapia muy especial. Todo empieza a última hora de la tarde de un día de junio. Anton acaba de tener un accidente con su coche en mitad de la nada. No tarda en encontrarse con una muchachita rubia, quien le pide que la ayude a recoger flores para la noche del solsticio de verano. A través de los retos que se ve obligado a superar, Anton será consciente de sus propios fracasos y de su actitud egoísta. En el fondo no es mala persona: solo tiene miedo de creer en la magia y de ser feliz. La verdadera felicidad se alcanza ayudando a los demás. Por eso, nunca hay que decir que no a las jovencitas guapas ni a las ancianas gruñonas.


OPINIÓN PERSONAL

En palabras de los personajes que desfilan por esta novela, Anton es un egocéntrico y un amargado, un egoísta quejicoso. Podría seguir subrayando adjetivos del propio libro para describir al protagonista de esta historia, pero tampoco quiero cebarme con el pobre, pobre Anton. Porque además, para mí, la mejor descripción es el pequeño subtitulo que aparece en la portada: un extravagante e inolvidable antihéroe.

Anton acaba de cumplir cuarenta y cinco años, pero no tiene muchos motivos de celebración. Nadie le echaría de menos si desapareciera... y entonces ocurre. Tras un accidente de coche y una serie de catastróficas desdichas, acaba perdido en un bosque extraño, donde una niña le pide ayuda con unas flores.

«La niña es un zomer que va deambulando por el bosque todos los años cuando se acerca el día del solsticio de verano. Si la ayudas a recoger las flores, te salvas. Si no la ayudas, te maldice y sufres desgracias a diario hasta que no puedes soportarlo más y te suicidas. Después, tu alma pasa a la eternidad encerrada en una de las perlas del pasados que lleva en el pelo.»

Por supuestísimo, Anton no ayuda a la niña zomer, porque ya nos había quedado claro que Anton es un ególatra que no va por ahí ayudando a la gente necesitada. Pero es que además tarda en creerse el "cuento" de la maldición porque su vida ya era una sucesión de accidentes desafortunados antes de su encuentro con un ser sobrenatural. Tras unos cuantos contratiempos de lo más surrealistas e hilarantes, Anton se rinde a la evidencia y accede a superar tres pruebas mágicas para librarse de la maldición del zomer.

Las pruebas, en realidad, no son nada del otro mundo. No hay batallas visualmente épicas, aunque las criaturas que habitan el bosque están muy presentes en toda la novela. Anton tendrá que ayudar a los descendientes mágicos de Tiveden que están en "serios" apuros y, lo que es peor, tendrá que relacionarse con personas que, obviamente, no toleran su mal carácter ni reciben con una sonrisa su humor ácido. Pobre, pobre Anton.

«El dolor puede hacer que las personas actúen de un modo raro, por ejemplo enfadándose sin motivo por todo y con todos.»

Y mientras deambula por el bosque encantado tratando de deshacer una maldición, Anton recuerda su pasado. Así conocemos al mago desde su más tierna infancia, un niño solitario e introvertido, al que su propia familia nunca ha sabido comprender. Todo parece cambiar cuando conoce a su mejor amigo en la adolescencia, aunque ya sabemos de antemano que su amistad con Sebastian no durará mucho. Recuerda también su historia con Charlotte, su amor de juventud, aunque ya sabemos de antemano que Anton se ha quedado más solo que la una y nadie le echaría de menos si desapareciera. Pero, ¿por qué? ¿Cómo ha llegado a convertirse en el amargado que es hoy?

Para superar las pruebas, Anton tendrá que enfrentarse a una realidad nada agradable que ha tratado de ignorar durante años. Es decir, a sí mismo. La evolución del antihéroe no es otra sino padecerse a sí mismo. Las pruebas son un espejo en el que verse reflejado, tal y como le ven los demás. La voz de la conciencia se hará cada vez más fuerte, hasta que no le quede otra que aceptar la cruda realidad: es un fracasado.

«Se aprende mucho de una persona cuando logras saber qué le produce vergüenza.»

He leído esta novela tres veces y lo que más me ha gustado las tres veces es que Anton soy yo. Anton somos todos los que alguna vez nos hemos sentido fracasados, incomprendidos... solos. Todos los que hemos convertido el dolor en ira y hemos vivido enfadados con el mundo durante años. Lo que más me ha gustado ha sido caminar de su mano durante las tres pruebas, verme en ese espejo y escuchar mi propia voz dentro del bosque. 

Tu vida no va a cambiar porque leas este libro, pero ayuda vernos desde fuera, aceptar nuestra parte de culpa y sonreír. Porque este libro es perfecto para levantar el ánimo cuando estás de bajona. Diferente, original, gracioso. El mago que se perdió en su sombrero es un ególatra, pero acaba irradiando optimismo. Uno de esos libros inclasificables que pegan fuerte y llegan para quedarse. ¡Pura magia!


«−Si no dices lo que quieres, nos resulta difícil saberlo −solían decirme.
Tal vez uno no sabe bien lo que quiere a veces, y otras tal vez no queremos desvelar demasiadas cosas de nosotros mismos diciendo exactamente lo que sentimos y pensamos.»


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