Traducción: Aixa de la Cruz | Diseño de cubierta: Donna Salama | Editorial: Tránsito
SINOPSIS
Estamos en un futuro cercano. El turismo casi ha desaparecido, por todas partes hay refugiados climáticos, la realidad virtual ha invadido la vida cotidiana y todo el mundo deja atrás el cuerpo a la primera de cambio gracias a su avatar. Paula Pagaldai, una diseñadora que trabaja para el metaverso, se marcha a París en busca de inspiración para un proyecto sobre Mary Wollstonecraft. Tras los pasos de la vindicadora de los derechos de las mujeres, Paula experimentará la realidad de una manera cada vez más mezclada. ¿Dónde acaba lo virtual y empieza lo real? ¿Están la historia y el presente tan separados como nos hacen creer? ¿Por qué Mary Wollstonecraft se le mete en la cama?
La nueva novela de la autora de Las madres no es, una vez más, original, inquietante y adictiva. Katixa Agirre reflexiona aquí, con ironía y destreza, sobre las realidades paralelas, la necesidad de evasión, el autoengaño y las aristas de la sexualidad.
OPINIÓN PERSONAL
«Las cosas empiezan así. Sin transición. Ese gesto, el de ponerse las gafas, lo cambia todo. Estás aquí y de repente ahí. O al revés».
Es la edad de oro del turismo virtual y Paula Pagaldai está trabajando en la creación del módulo Wollstonecraft, un mundo de realidad virtual que permite a los usuarios pasear por el París de la Revolución y el Londres del Romanticismo, donde nació y vivió Mary Wollstonecraft, con la propia Mary de guía, profesora y amiga.
En un futuro cercano, el turismo casi ha desaparecido, pero Paula viaja a París en busca de inspiración. O esa es la excusa que le costea el viaje, porque en realidad lo que necesita es poner distancia con su familia y su papel de madre. Una vez en París, se reúne con Max Dox, la persona que mejor conoce la biografía de Mary y que, además, está al frente del movimiento antiuniversidad.
A su lado, Paula recorre los mismos pasos que “la Dama de la Ilustración, firme defensora de los derechos de las mujeres y portavoz del amor libre”. Intenta dormir en el hotel, pero Mary Wollstonecraft aparece en su cama, como una alucinación provocada por el insomnio.
Cuando he cerrado el libro, mi primer pensamiento en bruto ha sido: "no sé qué he leído, pero me ha encantado". Es un libro extraño, aunque con una historia concisa que incide en lugares comunes a través de la ficción especulativa. Ninguna reseña que escriba le hará justicia, porque es imposible abarcar con pocas palabras todos los temas de interés que toca.
Para empezar, el escenario de la novela es un futuro distópico que podría suceder mañana. Viajar se ha convertido en un lujo demasiado caro y el mundo culpa a los refugiados climáticos de todos los males, de modo que los disturbios en las calles son el orden del día. El capitalismo individualista quiere a la población alienada y aislada. «Por separado, su voz se silencia más fácil», ¿y qué mejor solución que eliminar la “necesidad del otro” gracias a la realidad virtual? «La nueva fábrica de sueños no está en Hollywood, sino en las empresas que producen realidad virtual».
Paula contempla la realidad virtual como una extensión de la vida que le permite complementar, o escapar, de una realidad que no le gusta hasta el punto de volverse adicta. Se mantiene ocupada trabajando, consciente de los movimientos políticos y sociales que afectan a su proyecto, y se evade en el mundo virtual de sus propias dudas existenciales. No deja de preguntarse hasta qué punto está sola, reflexiona sobre cuestiones morales y, cuanto más prospera en su trabajo, más se plantea los conflictos familiares a través de un nuevo prisma. Descubre un nuevo "yo".
La sexualidad e incluso el género tienen peso en la novela, algunas personas eligen otro sexo en su avatar, y la distopía sirve de escenario para un discurso que razona sobre polémicas vigentes con una mentalidad abierta y progresista. Habla del dolor de ser mujer, de un feminismo revolucionario y de la “misoginia primigenia dentro del feminismo”.
«Siempre es revolucionario que una mujer manifieste su deseo, y muchos hombres no pueden soportarlo».
Y aquí es donde el futuro mira hacia el pasado, dando voz a la sufrida biografía de Mary Wollstonecraft, madre de Mary Shelley, escritora de Frankenstein. El contexto de su experiencia vital fue un “periodo progresista, ilustrado y revolucionario”. En las conversaciones que mantienen Paula y Max, pasearemos por las calles de París en plena revolución francesa, sin dejar de lado el enfoque feminista de una novela que agrada porque es incómoda.
No cuenta nada que no hayamos pensado, no pone en duda nada que no hayamos cuestionado, pero lo hace con una naturalidad y una visión futurista que ayudan a destacar su obra. El final no es del todo cerrado, pero me gusta porque supone un comienzo.
«¿Qué es la realidad? ¿Y para qué tenemos imaginación? Para poder vivir más allá del mundo real».
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