Traducción: Carmen Montes Cano, Ada Berntsen | Editorial: RBA
SINOPSIS
La primera nevada cae en noviembre este año en Oslo. La mañana siguiente, al despertarse, un niño no encuentra a su madre en casa. Se le hace raro encontrar su bufanda favorita colgando del cuello de un muñeco de nieve que alguien ha hecho en el jardín. El detective Harry Hole empieza a sospechar que hay un psicópata suelto, desde hace demasiado tiempo, cuando descubre que un alarmante número de madres y esposas han desaparecido en circunstancias similares, tras caer la primera nieve. Nunca antes se ha enfrentado Harry, ni ningún otro policía, a un asesino en serie en territorio noruego. Va a verse obligado a seguir las reglas de un juego macabro que lo pueden llevar al límite de la locura.
A la vez que disecciona conceptos como la paternidad, la vanidad y la muerte, El muñeco de nieve es un viaje definitivo y destructor al corazón del detective
Harry Hole: las heridas que inflige este combate cara a cara con el mal absoluto no podrán ser más profundas.
OPINIÓN PERSONAL
«Pronto llegarán las primeras nieves. Y entonces volverá a aparecer: el muñeco de nieve. Y cuando la nieve haya desaparecido, otra vez se habrá llevado consigo a alguien. Lo que tienes que preguntarte es: ¿Quién ha hecho el muñeco de nieve? Porque el muñeco de nieve no lo sabe.»
Harry Hole es comisario en el grupo de Delitos Violentos de la Comisaría General de Oslo. Sus compañeros le describen como una persona obstinada, arrogante, pelón, inestable y alcohólico; y algo de razón no les falta. Hole es el clásico detective traumatizado que ahoga las penas en alcohol y convive a diario con las peores pesadillas que os podáis imaginar.
La verdad es que me cansa un poco la imagen de poli malo y algo extravagante, pero Harry tiene una personalidad muy marcada e identidad propia. Además, el autor aborda a su protagonista desde todos los ángulos posibles, analizando su mundo laboral y también ahondando un poco más en su vida privada. Lo que más me ha gustado de él, ha sido la tormentosa relación que mantiene con Rakel y el amor incondicional que siente por el hijo de ésta. Y me encanta que su sentido del humor sea tan macabro.
Katrina, la nueva oficial de policía, enseguida hace buenas migas con el comisario Hole. Yo la definiría como la femme fatale de la comisaria, en el sentido de que todos los hombres se sienten atraídos de inmediato por la explosiva mujer que esconde un fuego en su mirada. Pero, como es lógico, ella no está nada interesada en soportar ningún comportamiento estúpido y se pasa toda la novela dedicando comentarios mordaces a diestro y siniestro. De todas formas, es una mujer muy misteriosa que no siempre procede de la manera más adecuada. La compañera perfecta para Harry.
En realidad, el equipo de investigación lo componen cuatro personas, pero los otros dos apenas tienen relevancia en toda la novela. En definitiva, apenas los llegamos a conocer. Y menos mal, porque no soporto a Skarre.
El resto de los personajes también están muy bien construidos. Sobre todo, porque los familiares de las víctimas resultan bastante creíbles y nos ofrecen algún que otro momento emotivo. Lo más interesante, es que el autor analiza brevemente cómo funciona la prensa y la importancia que se le concede siempre a la opinión pública. Después de todo, parece que les preocupa más dar buena imagen de la comisaria que encontrar al asesino.
La historia está narrada en tercera persona, con una prosa muy fluida que me ha permitido finalizar su lectura en apenas un par de tardes, a pesar de su extensión. Por lo general, me suelo perder si una novela ofrece demasiados personajes a la vez, pero en esta ocasión, no he perdido el hilo en ningún momento. El ritmo es lento, porque desarrolla el argumento con muchísima calma y detalle, pero su prosa no abusa de florituras innecesarias, así que se lee del tirón. Además, maneja muy bien los tiempos del suspense y te mantiene con la intriga de principio a fin. Por último, me he topado con escenas que me han provocado auténtico pavor.
Durante las primeras páginas, la novela tiene un ritmo mucho más lento que al final, ya que nos va presentando a todos los personajes y nos introduce de lleno en el caso. Pero a medida que avanza la historia, la trama me iba enganchando sin remedio, hasta el punto de que no pude parar de leer hasta descubrir quién era el asesino y, sobre todo, por qué. Finalmente, el ritmo de las últimas páginas es trepidante porque están llenas de pequeños sustos.
El muñeco de nieve nos conduce todo el rato hasta falsos sospechosos (o no), a través de historias muy plausibles que me han sorprendido muchísimo cuando, por fin, se descubre la verdad. Poco a poco, todas las piezas del puzle van encajando y la trama principal es de primera categoría. No se trata de la típica novela que prolonga el suspense todo lo que puede, ya que enseguida se demuestra la inocencia de los falsos culpables.
Básicamente, es una novela de ir descartando sospechosos. Sin embargo, debo confesar que el final resulta ligeramente predecible. Desde las primeras páginas he sospechado de la misma persona por culpa de un pequeño detalle demasiado evidente. Y aún así, me he pasado toda la novela preguntándome ¿por qué? y cómo se relacionaba su caso con todos los demás.
En cuanto a la verdadera identidad del muñeco de nieve, creo que ha construido una historia apabullante. Nada justifica los crímenes que comete. Y, al mismo tiempo, el autor ha conseguido que me ponga en su lugar, sin llegar a justificarlo, claro. Entiendo su rabia y frustración, la desilusión que siente hacia la vida. En definitiva, no es un personaje del montón.
Por último, hay que reconocer que la novela contiene un par de situaciones que, desde mi punto de vista, no resultan demasiado creíbles. O dicho de otra manera, son poco probables aunque posibles. En más de una ocasión, Hole se convierte en un superhombre capaz de cualquier proeza física y mental.
El muñeco de nieve es la séptima novela de la serie Harry Hole, pero se puede leer perfectamente como novela independiente, aunque abundan las referencias a las novelas anteriores.
«La maldad es maldad, con o sin enfermedad mental. Todos somos más o menos propensos a cometer actos malvados, pero nuestras predisposiciones no pueden librarnos de la culpa. Por Dios, todos estamos enfermos y tenemos trastornos de personalidad. Y precisamente nuestros actos determinan lo enfermos que estamos.»
«Era posible vencer a los únicos monstruos que existían, los que uno tenía dentro de la cabeza. Pero requería entrenamiento. Tenías que acercarte y pelear con ellos tan a menudo como fuera posible. En pequeñas batallas que pudieras ganar, y luego irte a casa y curarte las heridas antes de volver.»
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