Traducción: José Luis López Muñoz | Editorial: Alianza
SINOPSIS
Perfecta en su sencillez, Otra vuelta de tuerca es una de las historias de fantasmas más célebres y leídas del siglo XX. Sin embargo, el motivo de este favor unánime y continuado reside no tanto en la anécdota que le sirve de base, sino en la suprema habilidad con que Henry James levanta de la nada un relato que va dejando al lector sin asideros y creando en él el horror más inquietante: aquel que va dentro del ser humano y lo acompaña desde el origen de los tiempos. Henry James (1843-1916) es una de las máximas figuras de la literatura en lengua inglesa.
OPINIÓN PERSONAL
La protagonista y narradora de esta historia de fantasmas es la menor entre las hijas de un modesto párroco rural que se traslada a Londres para trabajar como institutriz. Cuando conoce al propietario de Bly, piensa de él que es un caballero apuesto, audaz y agradable, desenvuelto, alegre y atractivo. Un juicio poco acertado, teniendo en cuenta que una de las pautas a seguir que le impone es no ser molestado bajo ningún concepto y que resuelva ella solita todos los problemas.
Del mismo modo, los sobrinos huérfanos de este hombre son los típicos niños de aspecto angelical, educados y cariñosos, que enseguida se ganan la simpatía y el amor apasionado de todo el mundo. A pesar de que el señorito Miles ha sido expulsado del colegio en el que estaba internado porque “supone un peligro para los demás”, la nueva institutriz no aprueba que nadie ponga en duda el buen comportamiento de sus pupilos.
«La belleza de aquellos niños me tenía deslumbrada.»
Tras su llegada a la casa, cuenta de inmediato con el apoyo incondicional de la señora Grose, antigua doncella de la señora. Sin embargo, ni siquiera su nueva “amiga” está dispuesta a contarle nada sobre la anterior institutriz, quien murió en extrañas condiciones. En general, no comparto ni comprendo el modo de proceder de la nueva institutriz, ni el secretismo de ambas mujeres en torno a todos los sucesos sobrenaturales que están teniendo lugar.
De acuerdo que el propietario de la casa no quiera ser molestado, pero estamos hablando de ¡fantasmas! y de un niño que ha sido expulsado del colegio por ser considerado una mala influencia para los demás. Y en vez de dar la voz de alarma, ¿andáis con secretos y sobreprotegéis a unos niños sospechosos? Yo no empatizo ni un poquito con ninguna de sus decisiones.
Toda la novela está escrita en primera persona, pero existen dos narradores. En primer lugar, nos encontramos con un prólogo en el que un grupo de amigos están sentados alrededor del fuego de una chimenea contándose historias de miedo para no dormir. Entonces, un hombre llamado Douglas les promete que otro día leerá el manuscrito que le envió una vieja amiga antes de morir, hace veinte años. De modo que el prólogo es una especie de presentación a ese manuscrito, como si este estilo narrativo le concediera mayor credibilidad al resto de la novela. En cuanto al manuscrito en sí, también está escrito en primera persona, pero por la protagonista de la historia: obviamente, la institutriz.
La prosa de ambos me ha parecido bastante densa, puesto que he tenido que leer algunas frases dos veces para no perder el hilo. En general, hay poco diálogo y su ritmo resulta demasiado pausado, por lo que a ratos, me ha parecido una lectura un tanto pesada. Parece que la historia no termina de arrancar. Pero los tiempos son correctos, porque al final de cada capítulo te da un pequeño avance de que algo grave está a punto de ocurrir.
«Aunque no eran ángeles, “pasaban”, como dicen los franceses, provocando, mientras se quedaban con nosotros, que yo temblara con el miedo de que se dirigieran a sus infantiles víctimas con algún mensaje más infernal o alguna imagen más vívida de lo que habían considerado eficaz en mi caso.»
El final me ha dejado fría y descolocada, el desenlace de la trama me ha parecido un tanto ambigua y requiere un mínimo esfuerzo por parte del lector a la hora de interpretar el manuscrito de la institutriz. Al tratarse de una historia de fantasmas, me esperaba que las apariciones tuvieran muchísimo más protagonismo, pero se puede leer perfectamente de noche (por decirlo de alguna manera). Yo diría que el tema principal de esta historia no son los fantasmas, sino la corrupción de la inocencia. Aunque tampoco me ha convencido demasiado el análisis que realiza, más que nada, porque ha sido una lectura más aburrida que interesante.
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