23 septiembre 2020

Moira | Julien Green

Traducción: Pablo Moíño Sánchez | Editorial: Automática


SINOPSIS

Moira narra la historia de Joseph, un muchacho que ingresa en la universidad tras una rigurosa educación puritana. Pronto este nuevo entorno y sus amistades entrarán en conflicto con los estrictos preceptos religiosos que rigen su existencia. Su obsesión con la «pureza» lo lleva a rechazar el estudio de los clásicos o del arte, y lo sume progresivamente en una soledad autoimpuesta, cargada de culpa y rencor. Es entonces cuando aparece Moira, una joven despreocupada y poderosamente sensual. Su irrupción en el universo de Joseph remueve un avispero de pasiones contrapuestas donde espíritu y carne, gracia y pecado, viven en constante pugna, siempre bordeando la frontera que separa la salvación del abismo. Moira constituye para casi todos los especialistas la mejor novela de Julien Green. Una obra de madurez que explora los complejos vericuetos del alma humana sin apartar la vista de aquellas regiones más oscuras. En ella el maestro francés de origen estadounidense, profundiza en los peligros del puritanismo religioso que, encerrado en un inmovilismo moral incapaz de amoldarse a los cambios del mundo, se expone al riesgo de engendrar sus propios demonios.


OPINIÓN PERSONAL

Joseph Day es un muchacho de dieciocho años que deja, por primera vez, su hogar en “las colinas” para ingresar en la Universidad. Joseph siempre ha recibido una educación puritana muy estricta, de modo que el camino religioso que le han impuesto entra en conflicto con su nuevo entorno. El joven está obsesionado con la lectura de las sagradas escrituras y rechaza abiertamente todo cuanto considera pecaminoso. Se niega incluso a estudiar los clásicos. Sus preceptos religiosos resultan tan radicales, que los otros estudiantes se mofan de él. De modo que termina aislado en una soledad autoimpuesta.

Cree fervientemente que todos los seres que aparecían en su vida le eran enviados por Dios y tenía que salvarlos. En sus propias palabras, ama la religión en estado salvaje. No obstante, en su fuero interno, desearía parecerse a aquellos a los que mentalmente llamada “los demás”. Siente odio hacia la carne, sí. Pero no podía evitar pensar en la fornicación. En consecuencia, su fe no está exenta de culpa y rencor. Así que Joseph reprime sus pulsiones a duras penas, ya que muchas veces expresa su frustración a través de un comportamiento agresivo.

«El libro hablaba como si fuese una persona que se dirigiese a él, a Joseph. El libro tenía una voz que no se parecía a ninguna otra voz que hubiera escuchado nunca, y esa voz decía siempre esa palabra que va derecha al núcleo del problema, pero a veces exigía cosas difíciles.»

Durante los primeros meses, se hospeda en la casa de Mrs. Dare, donde permanece en contacto con otros estudiantes, a pesar de que apenas se relaciona con ellos. Y aún así, se convierte de inmediato en el centro de sus bromas. El único que pretende su amistad es Simón Demut, un charlatán que aspira a convertirse en artista. Simón es un poco caprichoso e inestable, pero se esmera en ganarse la simpatía de Joseph, sin demasiado éxito, ya que es un déspota con todo el mundo.

Otro de los huéspedes que interpreta un papel muy relevante es Bruce Praileau, un alumno de segundo año que provoca la furia de Joseph a sabiendas, ya que es una de las pocas personas que se han percatado del impulso asesino que domina cada uno sus pensamientos. Joseph lo considera su enemigo y llega a obsesionarse con él por lo que representa en su vida. En esta relación, se aprecia un erotismo velado que no llega a buen puerto. Sobre todo, porque esta rivalidad tan evidente e intensa ha recibido un trato insuficiente y, para mi gusto, demasiado sutil.

Pasado un tiempo, Joseph conoce a David Laird, un chico cordial que también ha escuchado la llamada del Señor. De hecho, estudia griego, como él, para leer el evangelio y estar más cerca de Cristo. No obstante, la fe de David es más compasiva y sincera. Desde un principio, Joseph le considera algo así como un compañero de travesía y, a pesar de que David le humilla tratándole con condescendencia, siempre termina por embaucarle con buenas palabras y razonamientos piadosos.

Supongo que, llegados a este punto, también os estaréis preguntando quién es y dónde está Moira. Pero es que la mujer que da nombre a esta novela no aparece hasta las últimas páginas. Es más, Moira y Joseph solo comparten el mismo techo en dos ocasiones. Dicho lo cual, Moira es la hija adoptiva de Mrs. Dare, una chiquilla orgullosa, vulgar e insolente, que posee todos los malos instintos. Su regreso a la casa será el detonante de todas las pasiones que el falso pastor ha reprimido durante años.

De manera que Moira solo es una piedra más en el camino de la rectitud, la última prueba del Señor. Como “protagonista” deja mucho que desear, ya que básicamente es una especie de fantasma, una presencia que solo vaga en el pensamiento del pecador. Del mismo modo, los sentimientos de la mujer están fuera de lugar. Su único cometido en esta vida es representar a la tentación hecha carne y, como tal, la evolución de su personalidad no es nada coherente. Me ha decepcionado.

Y así con todo. Su relato introduce protagonistas con mucho recorrido pero despacha sus emociones con vagancia y apenas le concede visibilidad a las pasiones secretas de cada uno. En ese sentido, ha logrado una prosa ambigua y elegante que rara vez llama a las cosas por su nombre. Por otro lado, Joseph es un protagonista desesperante que menosprecia (a la vez que desea) todo lo que no tenga que ver con el sentimiento religioso. Y su diatriba me ha llegado a cansar porque es más de lo mismo todo el rato.

Moira es una novela bastante interesante que disecciona el fanatismo religioso y convierte en protagonista a un pecador que se censura a sí mismo. Mientras que el grueso de la historia resulta ligeramente repetitivo, el desenlace se resume en muy pocas páginas y el final es tan inesperado como abrupto. Su lectura es amena, pero habría preferido una prosa más descarnada para este tipo de relato.


«—Confío firmemente en no cometer ninguna tontería.
—Se lo deseo de veras; pero a su edad, la gran obsesión de la vida es el amor, y el amor nos hace cometer tonterías.»

«La única diferencia entre usted y los demás es que ellos ceden a sus instintos.»


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