27 septiembre 2020

La historia del doctor Gully | Elizabeth Jenkins

Traducción: Flora Casas | Editorial: Alba



SINOPSIS

En mayo de 1870, Florence Ricardo, esposa de un capitán bebedor y violento, acudía a la consulta del doctor Gully en Malvern (Gales), en busca de una cura para su estado de nervios: estaba agotada, deprimida, ansiosa, bebía preocupantemente, no paraba de llorar. El doctor Gully era famoso por sus tratamientos que hoy denominaríamos «alternativos», en especial la hidroterapia. A pesar de los más de treinta años de edad que los separaban, el médico y su paciente iniciaron una relación que no tardaría en ir más allá de lo profesional y que, a lo largo del tiempo, pasaría por las más diversas fases, siempre bajo la amenaza del escándalo. Como en Harriet, Elizabeth Jenkins reconstruye en La historia del doctor Gully (1972) un sonado caso criminal que dejó perpleja a la sociedad victoriana. Psicológicamente brillante, socialmente revulsiva, esta historia de amor, manipulaciones y traición es una novela tan lúcida como intrigante. 


OPINIÓN PERSONAL 

Una vez leído su argumento, pensaba que sería una novela mucho más centrada en el misterio del caso Bravo, pero es más bien un libro de memorias que nos permite conocer la biografía de un personaje muy interesante con el que he terminado empatizando demasiado durante los últimos acontecimientos de la novela. 

Elizabeth Jenkins relata, mediante una narrativa brillante, los primeros y últimos pasos de James Manby Gully como doctor y también como padre de familia. Sin lugar a dudas, el doctor Gully tenía una ideología un poquito adelantada para su época, tanto a título personal como a nivel profesional. Entre otras cosas, era defensor de las terapias naturales a la hora de curar a sus pacientes, mientras que los rumores le acusaban de prácticas que la sociedad del momento consideraba inmorales. Sin embargo, James M. Gully también tenía defensores, la mayoría de ellos, antiguos pacientes.

Por mediación de una vieja amiga, el doctor recibe en su consulta a la hija de ésta, la señora Florence Ricardo, para aliviar su enfermedad física y mental a través de la hidroterapia. Florence es una mujer atormentada, casada desde hace años con un marido alcohólico que sufre ataques violentos. A diferencia del doctor Gully, la personalidad de su amada Florence me ha parecido ligeramente repulsiva en infinidad de párrafos, sobre todo cuando su enfermedad comienza a remitir y la salud le devuelve una belleza y vitalidad que parecen convertirla en una persona caprichosa y despreciable.

Creo que la novela podría dividirse en tres partes bien definidas. En primer lugar, desarrolla de forma pausada su idilio, de modo que nos permite conocer cada pequeño detalle de los escenarios que recorren, así como profundiza en la psicología de todas las personas de su entorno. El enamoramiento de los protagonistas es tan sutil como la narrativa de su autora, si bien aquí es mucho más explítica que en Harriet. A través de su historia, conocemos también la mentalidad y costumbres de una época anticuada que censura su romance. Poco a poco, su aventura se desarrolla con total naturalidad hacia un desenlace inesperado.

A mitad de novela, su lectura resulta tediosa porque abundan las descripciones de las nuevas casas que van adquiriendo los protagonistas. Al mismo tiempo, menciona repetidas veces un sinfín de viajes en los que no sucede absolutamente nada. Sin embargo, es posible que estos capítulos respondan a una finalidad admirable, porque Jenkins comparte con el lector la amarga monotonía de una convivencia frustrada, hasta contagiarnos con las peores emociones de la pareja protagonista. Por supuesto, los últimos capítulos nos devuelven todo el interés perdido. La investigación del sonado Caso Bravo me ha mantenido en vilo hasta un final que me ha dejado entre perpleja e indignada.

Como en Harriet, Elizabeth Jenkins reconstruye en La historia del doctor Gully un sonado caso criminal que dejó perpleja a la sociedad victoriana.


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