Traducción: Mario Montalbán | Editorial: Plaza & Janés
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SINOPSIS
Drácula se publicó en 1897 y su acción se desarrolla fundamentalmente en Transilvania, una singular región del Este europeo crisol de culturas diversas: rumana, húngara, eslava y gitana. En realidad, el fenómeno del vampirismo ha sido conocido en todas las épocas y partes del mundo, desde China hasta Babilonia.
Drácula, el muerto viviente, reina en la noche y busca a sus víctimas para succionarles la sangre. El vampiro siente apetencias eróticas y acecha a las jóvenes hermosas para vampirizarlas. El conde Drácula espía los sueños, aparece en cualquier lugar, resulta difícil luchar contra él, ejerce una diabólica fascinación... Es un fenómeno inmortal.
OPINIÓN PERSONAL
Jonathan Harker es un pasante de procurador que viaja hasta Transilvania para ser consultado por el conde Drácula respecto a la compra de una mansión situada cerca de Londres. El conde desea que Jonathan le ofrezca toda la información sobre su adquisición más reciente, pero también quiere dialogar con él para perfeccionar su inglés durante una estancia prolongada.
Poco a poco, Harker comienza a darse cuenta de que, en realidad, es un prisionero. Su anfitrión es tan inquietante como truculentas las circunstancias que lo preceden. Drácula es un hombre de piel pálida y fuerza sobrehumana que tiene las orejas y los dientes en punta. Sinceramente yo habría salido por patas nada más poner un pie en Transilvania, ya que todo el mundo se persigna al conocer su destino y le regala extraños objetos.
Pero no, Jonathan es un valiente que sobrevive a una manada de lobos en el bosque y al que no parece importarle que su carruaje sea conducido por un hombre de lo más escalofriante. Se adentra tranquilamente en un tétrico castillo, donde no hay servidumbre, y no se opone a cumplir las condiciones del conde... hasta que ya es demasiado tarde. La naturaleza de Drácula cada vez resulta más evidente, al igual que su terrible propósito de expandir su reinado del terror.
Mientras tanto, en Inglaterra, Mina Murray espera el regreso de su prometido con cierta impaciencia, preocupada por la ausencia de noticias suyas. Aunque ésa no es la única inquietud que le roba horas de sueño, ya que la salud de su amiga Lucy Westenra se está deteriorando por razones desconocidas. El doctor Seward, antiguo pretendiente de su amiga, les pone en contacto con el especialista Van Helsing, y las conclusiones de su investigación no resultan nada tranquilizadoras.
No obstante, el prometido de Lucy está dispuesto a todo para salvar el alma de su amada, aunque para ello deba arriesgar su vida y la de sus amigos. Es así como todos los protagonistas de este gran clásico, inician una persecución que pretende la destrucción del sanguinolento conde Drácula.
Una de las cosas que más me han llamado la atención, ha sido sin duda el estilo de narrativa. Toda la novela ha sido relatada a través de un conjunto de cartas y diarios, de modo que conocemos en primera persona las motivaciones de cada personaje. En general, su prosa se caracteriza por un ritmo demasiado pausado, en el que cada pequeño acontecimiento que se describe, por insignificante que parezca en un principio, adquiere bastante relevancia durante el transcurso de la historia.
Y es que Bram Stoker nos cuenta absolutamente todo, con pelos y señales. De modo que ha construido una novela completa y compleja. Es cierto que algunos pasajes me han parecido un pelín soporíferos, porque no abunda la acción y el terror es más bien suspense psicológico. También es cierto que el diario de Jonathan es la parte más inquietante, y luego la tensión decae un poquito. De todas formas, estamos ante una obra objetivamente maravillosa.
Su lectura nos permite regresar a los orígenes más oscuros y sangrientos, donde el vampirismo resulta espeluznante. El conde Drácula apenas tiene protagonismo real a lo largo de toda la novela, pero su nombre invade cada poro de nuestra piel sin necesidad de estar presente.
«Para que se comprenda hasta qué punto puede la mañana ser grata al corazón y a los ojos, es preciso que se haya pasado una noche cruel.»
«Ah, amigo mío, no entiendes nada. Crees que no estoy triste porque me río.»
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