02 marzo 2019

Las hermanas «Conte drolatique» | Stefan Zweig

Traducción: Berta Vias Mahou | Editorial: Acantilado


SINOPSIS

En esta historia, tan pícara como moral, a pesar de la advertencia del autor, nos habla Zweig de la idea del doble, en este caso representado por dos hermanas: Sophia (la razón) y Helena (la pasión). Ambas compiten por recuperar, cada una a su manera, el esplendor perdido de su familia. Una, a través de la virtud, la otra, a través de la pasión. Pero ¡cuán delgada es la línea que separa la templanza de la voluptuosidad! Precisamente esto es lo que Helena pretende averiguar cuando pone a prueba a su hermana, sin sospechar el sorprendente final que el destino le depara.


OPINIÓN PERSONAL

Helena y Sophia eran gemelas idénticas, ni siquiera su propia madre era capaz de distinguir a las niñas. Ambas habían heredado la belleza de su madre y habían sacado del padre la ambición y el afán de dominio. De modo que cada una de ellas se esforzaba por superar a la otra, aparte de a todas las demás niñas, en todos los aspectos. No hubo en Aquitania ninguna muchacha que, ni en la gracia del cuerpo, ni en los finos modales y la agilidad del espíritu, se pudiera comparar con ellas.

Por causa de la codicia de su padre, las niñas y su madre tienen que volver a vivir en el mohoso callejón de los barrios bajos de la ciudad, en una situación de pobreza extrema y adversidad. Debido a su nueva condición, las gemelas pronto desarrollan una punzante insatisfacción con respecto a la baja extracción social de su madre, la hilandera, ya que añoran la riqueza y el poder. Finalmente, ambas compiten por salir de la miseria, pero cada una a su manera. Helena a través de la pasión, Sophia a través de la virtud.

«Y gracias a esa duplicidad en aquella ciudad de Aquitania, por primera vez desde los orígenes del mundo el reino de Dios en la tierra parecía separado de manera limpia y evidente de aquel otro que era su reverso. Quien amaba la pureza podía recurrir a la santa protectora, mientras que al que se hallaba sumido en los placeres de la carne, el goce terrenal le sonreía en los brazos de la hermana indigna.»

Efectivamente, las hermanas gemelas no son más que un reflejo de nuestra propia dualidad. Helena representa la belleza, la inmoralidad, el vicio de la carne. Mientras que Sophia interpreta el papel de la virtud, la castidad y la sabiduría. Y bien digo, interpreta. Porque Sophia siente la tentación de la carne, como todo hijo de vecino.

En esta ocasión, la virtud también es soberbia y ambiciosa, porque resulta del todo imposible elegir de forma absoluta entre el bien y el mal. En cada uno de nosotros, habitan las dos hermanas. Simplemente, podemos elegir a cuál de las dos queremos alimentar con mayor frecuencia, al igual que sucede en la historia de el lobo bueno y el lobo malo. Solo que aquí los dos lobos son malos, por mucho que Sophia se entregue a la miseria y a los padecimientos ajenos. En ese sentido, es una historia tan realista que llega a doler y el desenlace no podría parecerme más acertado. 

«De alguna manera el Creador ha dispuesto los sentidos de los hombres de forma enrevesada, de modo que su deseo por las mujeres reclama siempre lo contrario de lo que ellas conceden. Si una ofrece despreocupada su cuerpo, entonces ellos están menos agradecidos por el don y actúan como si sólo pudieran amar como es debido la inocencia. Pero si una mujer defiende su castidad, entonces les excita siete veces más la idea de arrebatársela a la que así se preserva. Así, ningún anhelo llena ni colma jamás el dilema masculino, que entre la carne y el espíritu añora siempre el eterno contrario.»

Con este relato he descubierto, por primera vez, la magnífica pluma de Stefan Zweig. Las descripciones, casi poéticas, hacen que el relato sea más hermoso si cabe. Principalmente, me gustaría destacar la elegancia con la que ha definido el mundo carnal de Helena y la maestría con la que ha delimitado la psicología de dos hermanas enfrentadas. Además de que cada pequeño detalle termina cumpliendo un papel determinante durante las últimas páginas. Así pues, no se deja nada al azar y toda la información que aporta tiene un por qué.

A pesar de su corta extensión, en ningún momento he sentido que narrase los hechos de una forma atropellada, sino todo lo contrario. El autor dedica el tiempo justo y necesario a cada una de las experiencias vitales de las dos hermanas, desde su nacimiento hasta sus últimos días. Como ya digo, una prosa digna de mención.

Por último, me ha encantado que haya elegido una suerte de cuentacuentos como narrador, un desconocido que nos habla en primera persona para, acto seguido, reproducir de la manera más fiel posible, aunque sin garantía alguna de su veracidad histórica, la leyenda que le contó aquel hombre en medio de aquel tibio anochecer.  

En conclusión. Un relato moral que plasma a la perfección la dualidad del ser humano, pero no juzga. La historia es muy interesante, precisamente, porque permite múltiples lecturas. En lo que a mí respecta, me ha parecido un texto original y sorprendente.


«Como dice un sabio proverbio, no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir.»


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