Traducción: Manuel Figueroa | Editorial: Minotauro
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SINOPSIS
Robert Neville es el único superviviente de una guerra bacteriológica que ha asolado el planeta y convertido al resto de la humanidad en vampiros. Su vida se ha reducido a asesinar el máximo número posible de estos seres sanguinarios durante el día, y a soportar su asedio cada noche. Para ellos, el auténtico monstruo es este hombre que lucha por subsistir en un nuevo orden establecido.
Todo un clásico en su género, éste es un perturbador relato sobre la soledad y el aislamiento y una reflexión sobre los binomios como normalidad y anormalidad, bien y mal, que se evidencian como una mera convención derivada del temor y el desconcierto ante lo diferente.
OPINIÓN PERSONAL
Un Robinson Crusoe en una casa rodeada de vampiros. Narra brevemente, a modo de flashbacks, cómo dio comienzo la epidemia bacteriológica. Neville es inmune a la bacteria y el último humano que pisa la Tierra. Durante su aislamiento, busca una explicación científica a los hechos que están teniendo lugar. Pero es una explicación cogida con pinzas: los científicos no lograron determinar las causas de la mutación antes de extinguirse, pero Neville encuentra todas las respuestas en libros de ciencias y un microscopio robado que usa por primera vez.
Destaco únicamente el retrato que hace de la soledad. Las frases y reflexiones que lo acompañan mientras permanece encerrado me han impactado más que la ambientación apocalíptica. La obra como tal no tiene suficiente fuerza dramática, tal vez porque no profundiza más allá del protagonista y me ha faltado cierto trasfondo social.
El final es inesperado, pero igual de caótico.
«Aspiró profundamente la oscuridad, esperando el sueño. Que llegue la mañana. Pronunció mentalmente las palabras de todas las noches. Dios, haz que llegue la mañana».
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