Diseño de colección: Raúl Lázaro | Editorial: Dos Bigotes
SINOPSIS
La fiesta es aún peor de lo que esperaban, así que tanto Leyre como Diana abandonan pronto el reencuentro de su antigua promoción del instituto. Apenas se conocieron en esos años pero, hartas de la explosión de nostalgia noventera, ambas encuentran en la necesidad de compartir taxi una excusa para no dar por terminada la noche.
Sin rumbo ni intenciones fijas, acaban deambulando en busca de algún deus ex machina que les permita creer que el presente no está tan lejos del futuro idílico que les prometieron y que, a sus cuarenta y algo, se les sigue escapando.
Escrita a pie de escena a partir de un taller con sus intérpretes, Esta sí tenemos que bailarla de Nando López es una obra de teatro tragicómica y canalla en la que dos mujeres intentan huir de sí mismas durante las horas que contiene una noche. Una comedia ácida llena de ritmo —de fondo resuena el eco de las canciones de Raffaella Carrà—, diálogos punzantes y momentos que van de lo íntimo a lo explosivo. Un viaje a través de bares y carreteras cinéfilas en el que sus dos protagonistas comparten madrugada a vueltas con sus dudas y sus ganas de vivirlo —y bebérselo— todo.
OPINIÓN PERSONAL
Diana y Leyre salen de un local y hablan mientras esperan un taxi. Son dos mujeres de cuarenta y pocos que no se han visto desde que acabaron COU, pero es como si acabaran de conocerse en la fiesta de su antigua promoción porque iban a clases distintas.
Son las únicas protagonistas con voz en esta obra de teatro y todo comienza con una conversación anodina sobre los ligues del instituto, lo mucho que hemos idealizado los noventa y los hombres que se han deconstruido y van de feministas. Beben y cierran los bares, mientras hacen balance de lo que no han logrado y de la gente que depende de ellas.
A Leyre le han ofrecido una corresponsalía en Washington, pero duda si aceptar el trabajo porque tiene un hijo y está casada con Mónica. Diana quiere celebrar la vida y no contesta al teléfono. Se confiesan la una a la otra sobre lo dura que les parece la vida adulta, tener a alguien y la maternidad. Critican las aficiones y la estética de otras personas como un par de snobs con privilegios y complejo de superioridad. Si una me cae mal, la otra peor.
Imagina dos mujeres boomer en una barra de bar, hablando de todo lo que está mal, según ellas. Su generación, las siguientes... los hijos como una necesidad que nos impone la sociedad, todo está mal. Y por esa razón, se pasan la noche de juerga y aparcan sus responsabilidades durante unas horas. Hablan de drogas como quien habla del tiempo, soltando lindezas como: «está claro que hay que drogarse más».
Se supone que son reivindicativas, pero la moraleja es que el empoderamiento nos pone más cargas y que rendirte también tiene que ser una opción.
«Da igual lo grande que te creas que es el mundo que habitas, porque al final acabamos siempre en los mismos círculos. Encontrándonos con la misma gente».