Traducción: Teresa Gallego Urrutia | Editorial: Alba
SINOPSIS
A los diecisiete años, Jeanne sale del internado para regresar a la casa solariega de sus padres en Normandía. Pletórica de ilusiones, mimada por su familia y fascinada por la plenitud de una naturaleza que parece murmurar y soñar con ella, no conoce “del amor sino su poesía”. Al cabo de unos meses, está casada con un joven vizconde: el deseo, la sensualidad de su marido la avergüenzan y humillan; pero, cuando finalmente produce “la revelación misteriosa de esos hechos en los que reside el gran secreto del amor”, la convivencia cotidiana, el hábito que sucede fatalmente a los grandes descubrimientos, no tarda en mostrar “las rarezas de carácter de Julien, sus rasgos de dureza, su avaricia y, por fin, su infidelidad”.
Maupassant publicó Una vida, su primera novela, en 1883, cuando ya era un escritor famoso, tras la estela de Flaubert; y en ella narró “la humilde verdad”, según reza su subtítulo, de la vida de una mujer atrapada en un mundo de arcaicas convenciones –regidas por el dinero, los títulos y los hombres –y destinada a sufrir con pasividad los embates de la familia, la religión, el matrimonio, la maternidad, e incluso de “instituciones” menos morales como las amantes de los maridos.
OPINIÓN PERSONAL
1819. Jeanne deja el convento y pasa el verano en la finca familiar de Los Chopos, en una casona solariega recién restaurada. A los 17 años, Jeanne todavía cree en el amor sagrado y sueña con disfrutar de los placeres de la vida. Cuando el párroco de la comarca les presenta al vizconde de Lamare, cree que la providencia lo ha puesto en su camino y no tardan en prometerse. Por desgracia, las exigencias de un marido al que apenas conoce encierran a la joven a una brutalidad inesperada.
Las primeras páginas, más centradas en describir el emplazamiento y las reformas de la casa, me han aburrido un poco. Como Jeanne, no dejaba de preguntarme qué venía después de su matrimonio con Julien. A pesar de la dicha y el delicio, se intuye que el marido no es trigo limpio, pero el cambio es radical. Pasa de ser un pretendiente encantador a comportarse como un déspota incluso con los suegros, que viven con ellos temporalmente. Nadie dice nada porque estamos en otra época y los personajes culpan a las mujeres de lo que hacen los hombres.
Jeanne languidece en el «tedio de la vida monótona», sin esperanzas, sin nada que hacer. La novela es un retrato de la convivencia y la sumisión, lo que significaba ser mujer, sin posibilidad de rebelarse. Su existencia se ve reducida a las relaciones que mantiene con su marido, en su papel como esposa y futura madre.
Es una historia densa que pocas veces encuentro entretenida y el desenlace resulta cada vez más insoportable.
«La vida nunca es ni tan buena ni tan mala como nos creemos».
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