17 marzo 2023

Rompecabezas | Laura Rivas Arranz


SINOPSIS

Una historia sobre colegios, rompecabezas y niños algo rotos. Una historia sobre lo afiladas que pueden llegar a estar las aristas de un rompecabezas.

Hoy es un día como cualquier otro. Hoy Aurora cumple dieciocho años, pero nadie puede ir a celebrarlo con ella. Hoy a Sofía una gripe le desgarra la garganta, le tapona las narices y le recalienta la cabeza con pensamientos oscuros. Hoy Sergio lee; lee siempre porque tiene demasiadas horas muertas que intenta reanimar leyendo novelas. Julio estudia; como ayer, como hace un año, como hace dos años…

Hoy los cuatro se plantean dar un giro a sus vidas.


OPINIÓN PERSONAL

Aurora cumple dieciocho años, pero en vez de celebrar una fiesta con la familia y los amigos, pasa las horas sola, contemplando viejas fotografías que le hacen recordar los momentos más importantes de su vida. Aurora, Sofía y Sergio siempre han sido buenos amigos, desde el jardín de infancia.

Sofía es una chica melancólica y con tendencia a pensar en la muerte. Todos los días imagina un futuro lleno de catástrofes y se enfrenta a los mismos pensamientos recurrentes. Sergio es un devorador de libros, un niño fantasioso que solo aspira a convertirse algún día en el protagonista de su propia historia.

Se dice que la infancia es la época más feliz de nuestras vidas, pero no siempre es así. Aurora, Sofía y Sergio son tres de los muchos niños que tienen que sobrevivir cada día a un edificio gris frecuentado por abusones. Las experiencias escolares y las preocupaciones de la vida adulta han ido borrando lentamente la alegría infantil.

La señorita Ángela me ha parecido un horror de profesora. Su manera de enseñar a los más pequeños ya me parece cuestionable, pero es que además tiene alumnos favoritos a los que mima y consiente. Los niños de este grupo predilecto se sienten superiores a sus iguales y acaban siendo los acosadores del mañana, así de simple.

Mientras Aurora revive el miedo que sintieron siendo alumnos de segunda, su hermano Julio permanece encerrado entre las cuatro paredes de su habitación, empleándose a fondo con los estudios con la esperanza de aprobar las oposiciones. Siempre quiso dedicarse a tocar el violín, pero en su día no le pareció una profesión rentable y ahora se arrepiente de su decisión.

La historia de los cuatro daba para una novela mucho más dura y conmovedora, con el bullying como eje central. Pero los recuerdos de Aurora son pequeñas pinceladas que saltan de un momento de escolarización al siguiente sin profundizar en los pensamientos de unos niños que están siendo acosados, primero por la maestra luego por los compañeros de clase.

Siempre incide en las mismas actividades: Aurora nos cuenta qué pasó, Sofía piensa en la muerte, Sergio sigue leyendo y Julio estudia. De hecho, estos son los únicos rasgos de personalidad que definen su psique, haciendo que los personajes resulten planos y aburridos. Sus vidas son un bucle infinito que se reinicia con los años.

La autora narra el pasado y el presente en paralelo, intercalando los recuerdos de Aurora con el momento actual, pero el tiempo medio que dedica a cada escena es fugaz. Cuando los pensamientos de Aurora se mezclan con las divagaciones de otros personajes, esas intervenciones apenas ocupan un párrafo o incluso una frase. Si pestañeas te lo pierdes. 

De modo que el punto débil de este relato no es tanto la historia, como la estructura de la misma: tiene demasiados saltos en el tiempo. Se echa de menos una evolución continuada que nos permita conocer con mayor detalle y una prosa más íntima qué procesos psicológicos están teniendo lugar.

Su estilo narrativo me ha traído a la mente un libro de haikus, ya que sintetiza la información en frases cortas con la misma cadencia que los poemas japoneses. Cito textualmente: Toca el timbre. Esta tarde el abuelo Hugo espera a sus nietos; van al parque. Si bien es cierto que se esmera en reproducir un lenguaje más elevado, algunas palabras de las frases más extensas no están bien utilizadas.

¿El punto fuerte? La nostalgia que nos entra al recordar nuestra propia infancia.


«¿Qué ocurre cuando uno confunde el camino? ¿hay un camino?»

«Abandonó sus vuelos disparatados, y aprendió a caminar por el suelo decidido a llegar a alguna parte.»


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